domingo, 18 de octubre de 2009

Nosaltres els valencians

Estaba yo en mi despacho, mirando de soslayo por la ventana cómo la aurora esparcía su áureo manto por el valle sobre el que se asienta mi castillo/loft cuando recibí vía sms el encargo del Capitán Rumikel: necesito tu comentario de calidad sobre la situación política en Valencia. Y que me devuelvas el suéter de perlé que te llevaste, que parece que vuelve a refrescar.

Que uno tenga una mente preclara, una inteligencia rayana a lo paranormal y una cultura que haría palidecer a Zaplana no significa que deba ir por el mundo dando su opinión sobre esto o aquéllo con la misma libertad con la que bambolean los senos de una hippye montada en un toro de rodeo.

Mas no soy yo un cualquiera en esto del valencianismo, pues deberían ustedes saber que soy descendiente de una familia de rancio abolengo cuyos orígenes se remontan hasta más allá del año 1232, año en la que el Rey Jaime I y sus tropas de valientes entraron a caballo en el castellonense pueblo de Arles dando así inicio a lo que la historia patria llamó "La Reconquista" y que en los libros de historia de algunos países árabes se denomina "Una somanta de ostias que nos aún nos tiemblan las orejas".

Dentro de esas valerosas y aguerridas tropas tenía un lugar destacado mi antepasado Vicente de Vicentez. No eran la valentía y el arrojo sus principales virtudes, pues su labor consistía en, una vez pasaban los escuadrones destruyendo, aniquilando y quemando los asentamientos árabes, llegaba él junto al moribundo moro y le susurraba a la oreja "quien mal anda, mal acaba"minando aún más la moral de los pobres desdichados.

Cuenta la leyenda que cuando Jaime I llegó primero (de ahí su nombre) a la ciudad de Morella y en viendo que con el fragor de la batalla se habían cargado a todo bicho viviente que tuviera la piel más morena que Iniesta, dijo: "Huy, aquí vamos a tener que repoblar." Y que aún no había acabado la frase cuando mi antepasado llegó saltando por encima de los demás soldados a primera fila con la pilila a modo de estandarte y diciendo "Jaumet, ací estic jo, redeu!". Y así empezó lo que en los libros de historia patrios se denomina como "La repoblación" y que en los escritos hallados a las asociaciones feministas de la época se definía como "lo que aprovecharon los tíos salidos para plimparnos hasta por las orejas".

Era una tarea dura, pero alguien lo tenía que hacer. Y mi antepasado bien pronto fue ganándose fama de repoblador, en parte porque era el único que utilizaba anticonceptivos para ello, en parte porque cada vez que se encamaba con una moza se tomaba luego un tiempo para ir a contarlo a sus amigos y en parte porque como era corto de vista y en aquella época las señoras no tenían excesivo tiempo para dedicar a su ciudado personal, más de una vez hubo de ser reprendido por señores con bigote a los que el bravo militar estaba dando por el culo con su habitual ímpetu.

Fue sin duda un gran trabajo, no sólo por lo placentero del acto sino porque como cada vez que una de las damas daba a luz a él le tocaban 15 días de vacaciones, nueve meses después de comenzar la misión pudo jubilarse aunque él, profesional donde los hubiere, seguía de vez en cuando dándose una alegría con alguna de las lugareñas de las zonas reconquistadas.

Con esta ocupación no fue extraño que Vicente de Vicentez tuviera más hijos que José María Ruiz Mateos, desperdigados todos ellos por todo el Reyno de Valencia. No todos los descendientes, claro, de los Vicente tuvieron un papel tan importante como él en la historia de nuestra Comunidad (¡ni que fuéramos los Fabra!), pero sí que a lo largo de los tiempos algunos de ellos despuntaron, como el maese Sento de Vicent, que acompañó a Colón en su viaje a las Américas y del que se dice que importó los altramuces. O de su hijo Vicentet de Vicent, un luchador por los derechos humanos que en plena Inquisición propuso abolir la pena de muerte o que en su defecto, dejase de llamarse pena para no entristecer a los reos.

Mucho (más de 23 y de 24 años) tiempo después mi abuelo Vicente Vicentétegui (hizo la mili en Bilbao) fue determinante durante el intento de golpe de Estado de 1981 en los que salieron los tanques por las calles de Valencia. Él trabajaba de gorrilla y gracias a su pericia pudieron aparcarlos todos sin rayar ni uno, por lo que se dio un paso importantísimo para la paz.

Hace unos años, mi progenitor Vicente Vicente, camarero en el bar del Ayuntamiento de Valencia, se armó de valor para decirle a Rita Barberá que si al gin tonic le pones tónica sube menos pero que según algunos sabe mejor, con lo que la fábrica de Swcheppes pudo contratar a más de 4.500 personas para satisfacer la demanda.

Como ven, hablo con conocimiento de causa cuando digo que en todo esto del caso Gurtel hay algo que huele raro. O eso o que cuando he ido a pasear a Lisondo, mi perro, he pisado algo.

Pero si una cosa me ha enseñado la historia, Capitán, si algo en claro he sacado de la investigación de mis antepasados y de relacionarlo con los tejemanejes que se traen entre manos los mandatarios de los valencianos es esto: el suéter de perlé te lo devolveré cuando Albelda sea fallera mayor.

Senyor pirotècnic, pot començar la mascletà.

7 comentarios:

Capitán RMK dijo...

Pese a ver cada vez más lejos la posibilidad de recuperar mi estupendo suéter de perlé, he de decirle Vicente que con su comentario usted me ha conquistado, como cuando me regaló aquel ferrero roché que se encontró debajo de un asiento en un tren de rodalías.
Tenía entendido que tenía ilustres antepasados que habían tenido un importante papel en la historia, lo que no podía imaginar era el de los altramuces, supogo que debió ser como una espina en la gargarta tener a semejante individuo en la familia.
Referente a lo de la repoblación, creo que ahora entiendo su afición a los bares de señoras ligeritas de ropa, que hablan de tú y que te tiran el humo en la cara, supongo que las ganas de procrear se debe a un gen que se transmite de generación en generación.

amunt valencia, ché!! (pronunciado con accento de valenciano del norte)

decoralia.es dijo...

Me he reído mucho con la entrada! muy buena!Qué arte escribendo oye..

mewell dijo...

me estaba planteando buscar a un jaumet por aquí y podríamos bajar a reconquistar otra vez. Le llamaremos Segundo para no confundirlo con la plaza (bastante lío ya tenemos porque unos la llaman Jaume I otros Sant Jaume, y ni siquiera es el mismo como demuestra tu texto).

Pero si eso, bajamos y nos beneficiamos unas falleras. Ves practicando tu catalan accent, ya verás que risa!

Enrique Hormigos dijo...

Una pregunta:
Ése Vicente Vicente que mencionas es un fulano que trabajaba de jefe de maquetación en un periódico bastante lamentable que no voy a decir cual es porque todavía tengo con ellos una colaboración, que trabajaba 4.500 horas semanales y fumaba y bebía cafés de máquina como un cabrón hasta que casi le explota el corazón y le dieron la invalidez permanente con 40 tacos?

¿Uno que estaba casado con una petarda insoportable que se pasaba el día poniendo lavadoras?

Vicente, el superintendente dijo...

Amigo Enrique, no lo es pero si lo fuera, piense usted que está hablando de mi progenitor y que la petarda sería su mujer, a la sazón mi madre.

Y claro, uno hubiese tenido que sacar su carga guerrera genética y liarse a mamporros con usted por mentar a la familia de forma tal y tal.

O en el mejor de los casos, repoblarle a usted si se diera la ocasión.

Por suerte, lo más cerca que está mi padre, don Vicente Vicente del mundo periodiquil es cuando va al quiosco a comprar el coleccionable de dedales del mundo.

Y mi madre no pone lavadoras, en mi familia somos taaaaaan bien que cuando nos manchamos la ropa, nos compramos más.

No obstante, mis próceres, aquí presentes, le mandan saludos con la mano. Y yo le agradezco que haya pasado por el blog con su habitual fidelidad.

Mewell, aquí no vengas a fecundar falleras, ¿te crees que todo el monte es orégano o qué? Libertinos, os dan la mano y nos robáis el refajo!

Sonia, muchas gracias, nos hace mucha ilusión que le guste. Por cierto, hemos entrado en su web, qué chula. ¿Sabía usted que el capitán rumikel ha sido muy utilizado como elemento decorativo en muchos eventos? Es un hombre objeto, pero objeto de diseño, con sus gafas de pasta y tal. Se lo recomiendo.

Capitán, creo que le he encontrado trabajo.

Enrique Hormigos dijo...

Pues eso va a ser que al final no era el Vicente Vicente que yo decía.
Porque, además, en cuanto le di al botoncito de “publicar comentario” recordé que el hombre tenía dos niñas.

Además, es justo reconocer que su mujer era como la del teniente Colombo: sólo sabíamos de ella lo que él nos contaba, aunque nadie la vio jamás.
Por lo que tampoco descarto que al final resulte que ni el tío estaba casado, ni tenía dos niñas, ni trabajaba en aquel periódico, ni le dio un infarto, ni se llamase Vicente Vicente.

Eso si; el tío fumaba como un carretero.
Y eso lo sé porque estuvo cuatro años chuleándome el tabaco.

mewell dijo...

de fecundar nada! seguiré las indicaciones del original! espero que también haya perejil