jueves, 20 de mayo de 2010

JOMSUITJOM!






Asunto: Re: Re: Re: Enlarge your penis now!


Vicente, esto se derrumba. Y no es que la cantante del grupo se haya comprado una comba. Es peor. 

Todo comenzó cuando asistí a una exposición de arte moderno de esas que va gente con jersey negro de cuello alto y pasean durante horas con una copa en la mano sin beber y cuando hablan entre ellos dicen palabras como “cosmovisión”. Me hallaba yo intentando entender la profundidad de un cuadro abstracto tocándome el mentón como si tuviese ahí el cerebro cuando una mujer de rasgos orientales, edad avanzada y pelo corto se puso a mi lado y me dijo:
           
-       Eso que lleva usted 15 minutos mirando es el cartelito de salida de incendios.
-       Eh… ya, ya, es que le he notado una cosmovisión que ríete tú de la angustia vital. Poliándrico, que es gerundio.
-       Oh, veo que entiende de arte.
-       Es que soy artista. Hago de palmero en Mocedades.
-       Yo también soy artista. Conceptual. Hago cosas raras que nadie entiende y todo eso. Canto, escribo, pinto y hago videoarte. Y si me pongo, tricoto unas rebecas de lana fetén.
-       ¿Y de eso se vive bien?
-       De donde más pasta saco es de la empresita de internet, telefonía y televisión. Hacemos ofertas conceptuales, dices que cuesta 13,99 al mes y luego les cobras 89 euros.
-       Conceptual, muy conceptual.

Sin comerlo ni beberlo (la copa se había recalentado), nos hicimos novios. Un par de días después yo ya tenía barba y melena y posábamos desnudos en una cama de la habitación de un hotel para pedir la paz en el mundo. Y cuando se fueron los fotógrafos, empezó a malmeter: que si el alma de Mocedades soy yo, que qué sería del grupo sin mis palmas, que si deberíamos hacer algo más expresionista, que si esto, que si aquello…

A los chicos del grupo ella no les caía bien. Me decían que era una buscona, que lo único que quería apartarme de ellos, que se aprovechaba de mí, que si las chinas ya se sabe…

La cuestión es que a mí plim porque nunca escucho lo que me dicen. Hago como si sí, pero no. El maravilloso truco de decir ahá cada 28 segundos nunca falla. Y así puedo aceptar a todo el mundo tal cual es. Bien sabe usted, amigo Vicente, que soy un tipo con tragaderas, paciente, condescendiente (a la par que elegante) y que no se mete con nadie ni en un ascensor.

Pero hay una cosa que me molesta sobre manera: que me disparen a bocajarro.

Es que no lo soporto, me pongo de un rabioso que es que pillaría al tipo y le increparía con improperios soeces o le presentaría a Pablo Motos. Pues oiga, aquí en los Estados Unidos la gente tiene esa manía. ¿Pues no me sale un tontolaba gafotas en el portal de mi casa y me dice que me he vendido y que Mocedades ya no es lo que era y que patatín patatán (ahí ya estaba yo diciendo ahá) y se saca una Stradivarius del 76 y percute el gatillo y me mata? ¿Será cretino?

Mientras yacía haciendo un redondelito de sangre en un suéter de lana que me había regalado mi novia pensé “¡quién me mandaba a mí venir aquí a morirme! Y encima, sin saber cómo acaba Perdidos! ¡Esto no puede quedar así!”

Dicho y hecho: me levanté mientras los turistas me hacían fotos, me puse un dedo en el agujero y andando como Fraga llegué a casa, entré en el baño mientras de fondo oía los gritos de la china porque le estaba poniendo perdido el loft y con un cortaúñas me extraje la bala, hice un collar y se lo regalé a la moza con una notita romántica que ponía “All you need es una patada en la entrepierna, snob amarilla.”.

Con una tirita superabsorbente en el pecho me fui al estudio y les comenté a los Mocedades que tendrían que cambiarse el nombre, porque yo  lo dejaba (la “c” es por mí y Moedades no queda bien) así que les propuse “El consorcio”, que tampoco estaba mal. Y ahí se quedaron, ensayando la versión country de “Mis lágrimas me saben a ti”.

En la Quinta Avenida pillé un taxi y le dije:

-       A España.
-       Querrá decir Grecia.
-       No, no, siempre nos confunden. Nosotros somos los de los toros. Y ellos los de los minotauros.
-       Ah… es que últimamente parece que la situación económica de ambos…
-       Ahá.

Mientras escribo esto en mi portátil, vuelvo a sentir la dulce sensación de pasear de noche por la Diagonal. Vuelvo a ver extranjeros dando vueltas a rotondas en otros taxis, gente con zapatillas que no puede entrar en las discotecas, al alcalde intentado votar aún por la opción b y a mucha, pero mucha gente que celebra algo.

Y una de dos, o el Barça ha vuelto a ganar la liga, o os habéis vuelto a acordar de mi cumpleaños. 


Qué tontos, no teníais por qué.…

jueves, 13 de mayo de 2010

Neighbours


La sangre es muy escandalosa.
Mis vecinos también son muy escandalosos.

Paradójicamente, con mis vecinos cubiertos de sangre, se acabó el escándalo.

lunes, 10 de mayo de 2010

Arte y ensayo



Querido Capitán Rumikel Dos Puntos: 


Pese a la insistencia de una pantalla de ordenador de 1986 con piernas y zapatos que me aparece abajo a la derecha, voy a escribirle una carta sin ayuda. A pelo. Así soy yo, un tipo osado que vive al día y que necesita de nuevos retos con los que dotar de emoción a su vida y que por eso a veces cruza la calle sin mirar o mirando de reojillo, que una cosa es la aventura y otra la temeridad. Si fueran lo mismo, se llamarían igual y “La Isla del Tesoro” sería una novela de temeridad y las de Lucía Etxebarría se venderían en los sitios donde puedes contratar un descenso por un barranco. 

Con alegría recibo sus buenas nuevas desde allende los mares o donde diablos esté América o India, siempre las confundo. Nunca desconfié de sus capacidades artísticas, por eso le animé a que se apuntara a los cursos de cocina con microondas del centro social. Hoy, el tiempo me da la razón. Si se hubiese apuntado, la tendría antes (porque con microondas todo va más rápido, ¿lo pilla? Ojalá estuviese aquí para reírnos a mandíbula batiente, ja ja ja, bato mandíbula, ja ja ja). En fin, cierro paréntesis y prosigo.

Por aquí las cosas van más que bien. Este tiempo de solitud me ha abierto los ojos (en sentido figurado, yo ya sabía) y me ha permitido pensar y dar forma a un nuevo proyecto poético/cinematográfico/artístico/filosófico. Estoy acabando el guión de “Una salita de estar en Zamora”. Será sin duda una película de las de arte y ensayo, de autor, de las de filmoteca, de las de listos con bufanda. 


El argumento, más o menos, viene a ser el siguiente: se conocen en un hotel varias mujeres, cada una con una intrahistoria que no se desvela, sino que se deshilacha.

He pensado en actrices de raza, como Emma Suárez, Elena Anaya, Silke, Lucía Lapiedra, Ariadna Gil, Pamela Anderson, Martina Klein, una rusa y Eva Longoria. Qué más da el físico, lo importante es que sientan el personaje.

Súbitamente, y de forma muy poética, todas se dan cuenta de que están en pelotas (en una clara referencia simbólica a la desnudez del alma) y se forman dos grupos: las que tienen el mismo depilado de ingles y las que comparten juguetes eróticos, para remarcar que no todas las mujeres son iguales y que en la diferencia está el secreto.

Emocionadas, y como las mujeres no son como los hombres que no se atreven a mostrar sus sentimientos en público, se ponen a retozar, a hacer el amor y a introducirse cosas por los diferentes orificios, en plan mira qué vida interior.

Todo primeros planos, muy dogma ellos.

Transgresión, poesía, simbolismo, amor…

Y así, frota que te frota, pasamos un buen rato hasta que llegan los diálogos filosóficos:

-       ¿Cómo te llamas?
-       Paz. ¿Y tú?
-       Dolores. Y cuando estás sobre mí, es como si no existiera.

Y venga a frotar.

-       ¿De dónde eres?
-       ¿Qué más da? Uno es de donde está. Por cierto, ¿sabes que tienes el dedo metido en mi esfínter?
-       Sí, ¿molesta?
-       No, no, era por dejar las cosas claras. Ah, yo me llamo Clara.
-       Claro.


Otra se llamaría Luna porque le gusta la noche y se refregaría con Sol, que es rubia e irradia calentura. Y así todo el rato.

La película transcurre entre simbolismos y potorros velludos (¡¡salvemos el Amazonas ya!!) hasta que se acaba, en un final abierto que luego el espectador, que ya se habrá quitado la bufanda, deberá cerrar mientras degusta un té rojo con sus amigos creadores, diseñadores y communitymanagers en un libanés que hay al lado del cine.

¿Qué le parece? Una obra maestra, ¿verdad? Va a ser mejor que mi anterior película, el documental sobre el problema extremeño patrocinado por la Junta de Extremadura en el que patenté mi movimiento de cámara por encima de las cabezas perdiéndose en la dehesa y con el que impedí que pusieran McDonals en Badajoz.

Ya lo tengo todo escrito y pasado a limpio. Incluso lo he encuadernado y con canutillo en espiral, sin reparar en gastos. Ahora sólo queda lo más complicado y farragoso: rellenar este enrevesado medio folio del Ministerio para pedir la subvención.

Malditos burócratas, todo son trabas con tal de no ayudar al séptimo arte.

Espero que estés aquí para el estreno. Vendrá la Ministra y podremos hacerle la gracia de llamarle menestra y que se gire.

Bato mandíbula y cierro en 3, 2, 1…

jueves, 6 de mayo de 2010

El Capitán en su laberinto


Orillas del Missisipi (EE.UU), abril de 2010.


Querido Superintendente:

La gira con Mocedades sigue su camino. Ahora mismo estamos surcando el río Missisipi a bordo de un barco de vapor mientras ahí abajo los caimanes intentan limpiarse los restos de petróleo para no perjudicar más a los fabricantes de bolsos y zapatos, que ya bastante daño les hacen los chinos.

Te escribo para contarte algo que me ha sucedido y que me tiene en ascuas, o como me gusta llamar a mí, en emana anta. Todo sucedió hace unos días. Habíamos dejado Nueva York y nos adentrábamos en la América profunda, aunque hacíamos pie. Tras un bolo en un bar de mala muerte en el que fuimos recibidos con salivazos y botellas que se estrellaban contra los hierros de la jaula en la que tocábamos, nos metimos en un motel de carretera a descansar.

Sin embargo, algo me rondaba por la cabeza. Era un murciélago, cegado sin duda por la luz de los reflejos que me hizo Llongueras antes de salir de España. Desvelado y meditabundo decidí salir a dar una vuelta acompañado por mi armónica. La intención era perfeccionar los acordes de un pupurri de canciones que tocábamos en el segundo bis. Mas la magia de la noche y sus centelleantes estrellas me cautivó y cuando me quise dar cuenta, avanzaba sin rumbo por una senda que se abría paso entre maizales.

Cuando llegué a un cruce de caminos me senté en una piedra y al compás del croar de algunas lejanas ranas comencé a soplar las notas de "Amor de hombre". Fue extraño. Notaba cómo las notas fluían y se entrelazaban de una forma diferente. El aire que expelía de mis pulmones parecía tocado por un hechizo que lo convertía en arte puro. Y "Amor de hombre"sonó como nunca antes había sonado. Sorprendido, detuve mi actuación. Y unas palmas sonaron a mi espalda.

Plas, plas, plas.

Sobresaltado me levanté de un respingo y encendí un fósforo. En la penumbra pude ver a un tipo alto, ataviado con un impecable traje blanco, tocado con un sombrero también blanco y zapatos blancos, imagino que de piel de caimán albino.

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres?

- Déjame a mí hacer las preguntas. ¿No has notado nada extraño en tu canción?

- Sí. Ha sonado como si mil malditos ángeles hubieses vertido en mi armónica toda su rabia por no tener sexo. Nunca había oído nada similar.

- ¿Te gustaría tocar siempre así?

- ¿Siempre así o en Siempre así? Que no es lo mismo, ni parecido.

- He dicho que yo hago las preguntas. Si quiero, puedo convertirte en el mejor armonicista de canción ligera del mundo, suponiendo que el que toca la armónica se llame así y que la cantante de tu grupo quepa en la acepción "ligera" de la música.

- Te haría una pregunta, pero como te pones tan farruco...

- No hables. Si quieres la gloria, sólo necesito una cosa de ti. ¡¡Chico, sal de ahí!!

Al oírlo, de entre el maizal salió un jovenzuelo enjuto de mirada triste, barba de días y boca de salmón. Callado y con la cabeza gacha, se ubicó junto al desconocido.

- Éste es mi protegido. Se llama Álex. Álex Ubago. Quiero que lo llevéis con vosotros, diles a los Mocedades que es un amigo, nadie dirá nada porque seáis uno más. Quiero haga la gira con vosotros. Y cuando volváis a España, quiero que dejes el grupo y te vayas con él, que tu armónica suene tan bien que la gente no tenga tiempo para escuchar y analizar sus letras. Tendréis éxito, venderéis muchos discos y tu nombre pasará a la historia de la música con armónica.

- ¿Dejar a los míos a cambio de gloria? Pero, eso sería como vender mi alma al diablo.

- Tú decides. O aceptas o de tus pulmones nunca volverá a salir un do sostenido y acabarás tus días moviendo las maracas para Pau Donés.

- Carambolines, sí que me lo pones difícil. Acepto.

Y desapareció.

Y me quedé en medio de un campo de los Estados Unidos con Álex Ubago, junto al que iba a comenzar una trayectoria musical y al que el grupo acogió sin problemas.

Y durante el concierto del día siguiente, mi armónica sonó tan bien que varios leñadores con camisa de cuadros lloraron de emoción, se tragaron sus gargajos y se rompieron las botellas contra sus cabezas.

Y desde entonces, allá donde hemos ido, hemos arrasado y los medios de comunicación sólo tienen palabras de admiración para el armonicista, que al parecer, sí que se llama así, porque armonicoide o armonizador o armonio suena peor.

Y todo era como yo siempre había soñado.

Sin embargo, por las noches, algo me atormentaba. Y no era el murciélago. Ni las historias que cuentan en la radio en "Hablar por hablar". Ni siquiera la perspectiva de vagar sin alma por el mundo durante el resto de mi vida. Busqué en mi interior qué podía ser y no lo hallé.

Hoy por fin, lo he descubierto.

Bueno, a decir verdad he descubierto dos cosas. Qué es lo que no me dejaba dormir y que Álex Ubago da tanto asco cuando canta que cuando grita mientras lo devoran los caimanes.

Qué tipo más triste.

Por lo demás, todo bien.

Siempre tuyo,

El Capitán Rumikel



P.D. Adjunto te remito una armónica. Véndela en e-bay y con lo que saques, mira a ver si me consigues unas buenas maracas.