viernes, 27 de junio de 2008

¡¡ÚLTIMA HORA!!




Muy señores nuestros. Por serios motivos de salud ( el hombre tiene calor), las trepidantes, hilarantes, morningflondiantes y licuantes historias del Superintendente Vicente no estarán disponibles durante unos días. 
Entendemos que estén ustedes tristes y compungidos, pero imaginamos que no será por esto. ¡Venga, ánimo! ¡Arriba los corazones! Ya veréis como todo pasa. 
Mientras este gran prohombre, adalid de las libertades y faro que nos guía en la penumbra de la ignorancia se recupera de sus achaques y recarga energías en compañía de su gran amigo Hugh Heffner, seré yo, Benito, su fiel mayordomo, quien le sustituya en éste su blog.
Confío en que entiendan ustedes que un simple criado no llegará a las dosis de originalidad y excelencia de mi señor, pero oigan, tampoco se me pongan tan exigentes, que a mí no me pagan para esto, rediez, bastante tenía yo con cuidar al maldito chalado como para ahora venir aquí a contarles que si esto o que si aquello.
Pero bueno, tampoco vamos a discutir así de primeras. Así que si no desean nada más los señores, me despido con una reverencia a la remanguillé, como mandan los cánones.

Atentamente, 

Benito

P.D. Por suerte, el Capitán Rumikel ha salido ileso de un atentado suicida provocado por él mismo contra él mismo. Por lo tanto, podremos seguir disfrutando de sus fotografías. Y de su agradable olor corporal.

viernes, 13 de junio de 2008

Sí quiero



Casarse es lo que tiene, que está muy bien, pero sólo si encuentras a alguien que quiera hacerlo contigo. Yo, por ejemplo, me casé varias veces solo y un par de ellas mal acompañado y qué quieren que les diga, no es lo mismo. ¿Eh? ¿Qué quieren que les diga? ¿Y para qué quieren saber eso? Desde luego, hay gente para todo. Incluso para casarse. Antes se les llamaba curas. Ahora, como todo el monte es orégano, da gusto salir a pasear. Por el olorcito. ¿O es la olorcita? Por cómo huele, vamos.

Dicen que de una boda siempre sale otra boda. Eso no es verdad. De una boda, lo que salen es un montón de borrachos que confunden barra libre con barra libertinaje y arramblan con todo. Malditos alcohólicos, por su culpa los abstemios no pueden ir a las bodas de los amigos. Porque los abstemios no tienen amigos. Ni siquiera entre ellos se soportan. Malditos abstemios. ¿Imaginan una boda de abstemios? ¡Dios, qué aburrimiento! ¿Imaginan a una persona que en su sano juicio, sin estar intoxicado de alcohol, así por las buenas, decide que sería divertido iniciar una conga de jalisco? ¿Y que alguien también abstemio pensara que es una gran idea y le siguiera? ¿Una conga de jalisco de abstemios? Sólo tendría sentido si la hicieran en un acantilado y fueran cayendo uno a uno por el precipicio, al ritmo de “la conga (chas chas) de jalisco (chas chas) va y viene (chas chas), aaarreando (chas chas)”. Todo esto, dicho con todo el cariño para los abstemios, claro.

Tal vez sea por mi don de gentes, tal vez por mi robusto y adusto físico, tal vez sea por una conjunción de ambas o tal vez porque a los novios les gusta fardar de que conocen a alguien como yo, siempre me piden que salga al estrado y dirija unas palabras a la gente. Yo siempre digo las mismas: trolebús, níscalo, turulato, mejunje, correveidile, tractor, zumbado y mi favorita: afelpadito.

Afelpadito es la mejor palabra que existe. Sólo por decirla ya te entra el gustito. Pruébenlo en sus casas (o donde estén, vamos) y verán. A fel pa di to. Ohh, qué placer. ¿A que no pensaban que unas letras pudieran dar tanto gustito? Pues hagan como yo, siempre que puedan, métanla en una frase. Me he puesto un pijama afelpadito. Pues no voy bien ni nada con mi camiseta imperio afelpadita. Oiga, por favor, póngame un café afelpadito.

Me conformo con poco, qué se le va a hacer. La culpa es de mis padres (abstemios, claro), que yo les pedía videojuegos y ellos me regalaban palabras. Toma hijo, juega con la palabra luciérnaga, mientras nosotros nos vamos de crucero por el Pacífico Sur.

Y de esos lodos vinieron estos polvos. Es la primera vez que utilizo esta expresión, que lo sepan ustedes.

En fin, que este fin de semana, quien no se casa es porque no quiere. Por ejemplo, los amigos y fieles lectores del blog, Iñaki y Anna, Anna e Iñaki (en total son dos, lo acoto por si se han perdido) se unen en santo matrimonio. En matrimonio a secas, que mola más. Y el capitán Rumikel y el menda lerenda, queremos felicitarles y desearles que tengan una vida en común muy muy feliz. Y sobre todo, muy muy afelpadita.

A fel pa di taaaaaaa…

lunes, 9 de junio de 2008

La frente marchita


El tiempo pasa que es una barbaridad. Nos hacemos mayores, y eso se nota. Se nota en que por ejemplo, utilizas frases como “El tiempo pasa que es una barbaridad. Nos hacemos mayores, y eso se nota.” o “18, ay, quién los pillara, sabiendo lo que sé, claro” o “Por favor jovencito, páseme el sonotone y llame a una ambulancia que me he roto la cadera”, y demás lugares comunes.

Viendo mi juvenil aspecto todo el mundo piensa, por un lado, que tengo un pacto con el diablo a cambio del cual le he dado mi otrora gran capacidad para resolver problemas de trenes que salen de un punto y se encuentran en otro por la eterna juventud. Y por otro lado que soy un niño encerrado en el cuerpo de un hombre, razón por la cual he tenido que comparecer varias veces en el juzgado acusado de pederastia.

Sin embargo he de reconocer que tengo una edad. ¿Cuál? La mía, la mejor.

¡Estás en la mejor edad!, me dice la gente cuando me ve pasar haciendo footing con chándal gris, mis auriculares en los que escucho canciones de Carly Simon, mis calcetines por encima del pantalón, así en plan moderno, mi cinta en el pelo y rosas en la cara. Yo, que soy un coqueto, cuando me dicen esas cosas, me ruborizo. Y en un 58% de los casos, vomito el desayuno en sus corvas como muestra de gratitud y de cansancio.

Ay, cuando yo nací las cosas no eran como ahora, no señor.

Una guerra teníais que haber pasado, mangarranes zangolotinos y pazguatos. En la batalla del Ebro querría veros yo. Nunca olvidaré aquellos días de revuelta y pelea fraticida. Yo luché en el bando de los nacionales los lunes, miércoles y viernes y en el de los republicanos martes, jueves y sábado. Los domingos hacía balance y si se me descuadraban los muertos de uno u otro bando, bajaba por la tarde al Retiro y mataba a unos u otros para no tener problemas durante la semana.

Fueron momentos de hambrunas que solucioné de la forma en la que se resuelven estos casos: comiendo. Cuanto más comí, menos hambre tuve. Así soy yo, enérgico, expeditivo, pelirrojo, neoliberal. Tras la Guerra Civil pasé un tiempo jugando con un yo-yo hasta que vino la revolución de los claveles a la que no fui por temas de alergia y porque uno es muy macho y no me gustaba un nombre tan mariquita. Uy, que te pego con el tallo. Uy, que te pincho. Malditos portugueses, se merecen tener al lado a los extremeños.

Ávido de nuevas experiencias me embarqué en un velero llamado libertad y me marché, y a mi barco le llamé libertad (más que nada, para aprovechar las letras ya pintadas) y en el cielo descubrí unos ojos azules como el mar. Acojonado, di media vuelta, me metí en casa y no salí hasta hace unos años, cuando me llamaron para desempeñar el importante papel que juego ahora como líder juvenil de las nuevas generaciones de los dos partidos mayoritarios y de tres de los nacionalistas.

Yo me sigo sintiendo joven, pero no sé, hoy me he descubierto a mí mismo llenando el depósito de gasolina y comprando víveres para sobrevivir a la huelga de camioneros, no vaya a ser que nos quedemos sin nada.

Y me ha asaltado la duda: ¿me estoy volviendo viejo o sólo más gilipollas?

Y es que en mis tiempos, estas cosas no pasaban.