martes, 17 de noviembre de 2009

¿Cómo lo veis?

Cuando el capitán me pidió mi opinión acerca de si aceptar o no una oferta para participar en un safari fotográfico en Kenia, le contesté que no se lo pensara dos veces.

- Ya, si dicho así parece bonito. Pero es que la oferta es para hacer de modelo en el documental "Cuánto tardan los leones en destripar a un gafapasta".
- Ítem más, amigo, además de conocer gente y fauna, participas en la labor didáctica y colaboras en la realización de millones de siestas cuando emitan el documental.
- Visto así, márchome.
- Adiós amigo, ojo con lo que me comes en esos poblados.
- No te preocupes, tengo un estómago a prueba de bombas.
- Tú sí, pero piensa en los leones.
- Estás en todo, Vicente, estás en todo.

Y se marchó. Y a su barco le llamó Libertad. Yo, aprovechando que mi barco ya tenía nombre y que ante mí se me presentaba un periodo de tiempo de cierto descanso, decidí que aprovecharía el momento para volar solo.
Ah amigo, cuán ignorante fui al pensar eso, con Iberia hemos topado. Qué desilusión me llevé cuando la azafata me dijo que no podía, que para pilotar un avión hay que ser piloto.

- Ya, pero si no me deja practicar un poco nunca llegaré a serlo. Además, no me diga que no hay aviones disponibles que se los veo por los ventanales. ¿Es por la gasolina? Tome, un zippo y en paz.
- No señor, para ser piloto hay que ir a la escuela de pilotos y estudiar durante 5 años.

Ja, ja, para que luego digan que las señoras con el pelo tan apretado a la cabeza no tienen sentido del humor. Una escuela de pilotos, como si eso existiera. ¿Se imaginan? Ja ja, ¿qué estudiarían? Eso azul es el cielo, eso duro, el suelo, hale mañana examen y el que suspenda, 100 vueltas volando a la ciudad. Vamos hombre, 5 años para ponerse una gorrita de Vacaciones en el mar y apretar el botón de piloto automático.

Si me dijeran que las azafatas sí que estudian, lo entendería: hacer esas cosas con las manos es otra cosa. Pero ¿los pilotos? Vamos anda. Porque vale, aparcar el avión no es fácil, pero ¡ni que lo tuvieran que hacer en un garaje! Hombre, si con una calle entera para ti no lo aparcas, es que eres burro de remate. ¿Qué haces cinco años estudiando para piloto? Va, en serio, geografía no puedes estudiar porque desde allí arriba todo se ve igual. Yo pensaba que se vería como en los mapas, cada país con su color, su nombre y unas líneas para saber dónde estás. Pero es que ni eso, el mundo está mal pensado. Al menos, para verlo desde arriba. Desde abajo es otra cosa, pero tiene menos mérito.

Ah, igual es que dependiendo de los créditos, aprendes a conducir naves espaciales. Así sí que lo entendería porque hay más materia:

- La semana que viene pregunto sobre el infinito.
- ¿Todo?
- Sí. Y no rechiste o le pongo un cero del tamaño de un agujero negro.
- Jo, nos tiene manía.

Así sí, pero vamos, conociendo el afán recaudatorio del Ministerio de Educación, me juego el tupé a que han separado las dos carreras, la de piloto de aviones y el de naves. Y lo de piso piloto debe ser un máster o curso de postgrado, como si lo viera.

- ¿Señor?
- Dígame, noble damisela. ¿Qué cuitas le circunvalan esa peinada testa?
- No quiero importunarlo, pero está usted hablando en voz alta.
- ¿Desde cuando?
- Desde justo debajo de la foto del chico ése con la mirada de locuelo.
- Vaya, me pasa mucho últimamente. No sólo hablo en voz alta sino que además, todo lo que digo queda escrito en un blog.
- Qué mala suerte, ¿no? Todos sus pensamientos al alcance de la humanidad.
- No se crea, apenas entra nadie. Sólo unos cuantos hippies que se imprimen los textos, los llenan de hierbas, hacen como un cilindro y se lo fuman.
- ¿Y vuelan?
- Menos recochineo, menos recochineo.

En ese momento noté que un dedo tocaba mi espalda. Dudé entre describir en voz alta qué tipo de sensaciones me propiciaba el tacto de aquel sarmentoso miembro para mantener la tensión y al mismo tiempo fardar ante los lectores del blog de mi capacidad descriptiva o cortar por lo sano, darme la vuelta de un saltito como si fuese el de rojo de Parchís y desvelar el misterio. Opté por lo segundo, ya que así hacía algo de deporte.

- Capitán, tú por aquí. ¿No te habías ido a Kenia?
- Me lo he pensado mejor. Me da miedo volar.
- ¿Y eso?
- Pues que a ver quién se mete en un aparato de esos pilotado por un tipo sin estudios que vete tú a saber si ha volado antes. Si al menos existiesen escuelas de pilotos o algo así, sería otra cosa.
- ¿Ve señorita, usted ve?
- Oiga, todo esto que yo estoy diciendo, ¿también sale en el blog?
- Nooo, noooo... - respondí temiendo que andase cerca de allí alguien de la SGAE y me pidiese dinero por usar sus palabras.
- Tranquilo, a Teddy Bautista no le dejamos entrar en el aeropuerto para que no nos sablee por decir los vuelos por megafonía. Y deje de pensar en alto.
- Es más, deja de pensar. Se hace tarde, tengo hambre y va a empezar el documental sobre las aventuras trepidantes del día a día de un peajista de autopista.
- ¿Aún estamos aquí? ¡Vamos para casa! ¿Se viene, moza?
- ¡Venga!

Y subidos los tres a un avión de papel, nos fuimos volando y despidiéndonos a la remanguillé del resto de viajeros, porque somos educados, porque hemos estudiado y porque lo cortés no quita lo valiente.