jueves, 18 de junio de 2009

Pioneros



Pocos, muy pocos, conocen la figura de Willy Belafonte, uno de los pioneros del rock&roll estadounidense y al que la historia y el destino maltrataron con ensañamiento sólo por el hecho de nacer y morir el mismo día y a la misma hora que Elvis Prestley. Su figura, hasta ahora marcada por el más absoluto de los anonimatos, supuso un vuelco radical en la música contemporánea y su influencia puede notarse en gran parte de las canciones que escuchamos hoy día por la radio o como prefieren llamarla los puristas, por el transistor.

Willy Belafonte se crió en un ambiente en el que la fama y el reconocimiento social no era algo ajeno. No en vano, su padre, William Fernando Belafonte pasó a la posteridad por ser la primera persona que confunció el tocino con la velocidad, razón por la cual toda su familia pasó pasó mucha hambre, pero la pasó rápido. También hay retazos de gloria en el currículum de su tío, Isaac Belafonte Alexandre, que en un asecensor fue el primero en pensar (y llevar a cabo, ahí está quizás, el mérito) que si con una navaja borrabas las letras "I" y "M" de la frase "Impidan que los niños viajen sólos", la diversión estaba más que asegurada.

Con estos antecedentes, no era extraño que cuando Willy sólo tenía 5 años, su familia ya notase que el niño mostraba unas más que evidentes inquietudes. A los 7 años y tras haber probado sin éxito el solfeo, el béisbol, las matemáticas, el kárate, la mecanografía, la papiroflexia y la esgrima, descubrieron que en realidad era que le molestaba la etiqueta del suéter.

A pesar de la poca fortuna del niño con la primera prueba de contacto con el mundo de las melodías (su profesor de piano lo definió como alguien muy similar a Beethoven: le gusta música pero debe ser completamente sordo) su madre siguió empeñada en que durante su adolescencia aprendiese a tocar un instrumento. Tuvo (cosas de la edad, ya saben) que insistir mucho y que añadirle que en la medida de lo posible, el instrumento debía ser musical y que dejase de hacer eso o se quedaría completamente ciego.

Fue durante una comida del Día de Acción de Gracias cuando toda la familia asistió asombrada al nacimiento de una leyenda. Al acabar la comida, el abuelo James Belafonte Ribs pidió a Jessica, la criada, que sacara las botellas de licor, a lo que ella obedeció sumisa, como no podía ser de otra forma. En una bandeja portó varias botellas que depositó sobre la mesa. Todos se sirvieron un par de copas y la mezcla del alcohol con la alegría de estar todos juntos hizo que el tío George Belafonte Fields se lanzara a cantar Sweet Home Alabama, pero en gallego. Y todos le siguieron, excepto Willy, que se había atragantado con un huesecillo del pavo y estaba comiendo migas de pan a ver si bajaba. Pero no.

Precavido como era, decidió no arriesgar a cortar sus cuerdas vocales con un gorgorito y pensó cómo podría él colaborar en la canción. Ya está, tamborilearé con los dedos, sin caer en la cuenta de que se los había abrasado por completo al intentar sacar el pavo del horno. Tampoco podía silbar, ya que la sopa que había tomado de primero estaba tan caliente que había quemado sus labios y su lengua, razón por la cual, además, no podía decir "aserradero" y dependiendo de cómo le diera la luz en la cara, se parecía cosa mala a Ana Torroja.

Total, que se dio por vencido y asumió que aquella fiesta no iba con él. Así que cogió una cucharilla y al ir a comer un trozo de pastel reparó en aquella botella sin abrir que había traído el tío Raoul Belafonte Hill de su viaje a España. Un mono con la cara de Darwin en su etiqueta y un líquido transparente. Y lo más importante: unas estrías en el cristal que, oh maravilla, al rasgarlo con la cucharilla produjo un sonido que estremeció al resto de comensales. Tras unos momentos de silencio para asimilar tanta belleza la canción siguió, ahora sí, acompañada por los acordes de Willy a la botella. Cuando acabaron todos estaban llorando de emoción, excepto tía Annete, que lloraba porque tratando de cortar la carne se había clavado no ya el cuchillo, sino el pavo entero, en pleno pulmón.

Quiso la casualidad que justo en la casa de al lado estuviese comiendo Andrew Ormaech, a la sazón cazatalentos de la prestigiosa Redound Records. Al oír aquello saltó por la ventana y fue corriendo a la residencia de los Belafonte, a la que entró (lo cortés no quita lo valiente), por la puerta. Allí mismo le ofreció un contrato de 5 años y 10 discos con su firma. Y empezó la carrera musical de Willy Belafonte.

¿Qué pasó luego? Muy sencillo, su primer éxito musical "Me, my bottle, my litlle spoon and me" le catapultó a lo más alto de las listas de ventas. Los éxitos, las entrevistas, los discos, las chicas... Y cuando parecía que todo iba a ir sobre ruedas, desde una emisora de radio se escucharon los primeros acordes de "Love me tender". El fenómeno Elvis arrasaba con todo. Para tratar de contrarrestarlo, los poco avezados representantes de Willy trataron de poner de moda un peinado consistente en cortarse las patillas incluso por encima de las orejas y en ponerle también un mote a Willy: "el cóxis".

Pero no hubo tutía. La caída de Willy era irremediable. Y pasó los años entrando y saliendo de la cárcel debido a sus problemas con las puertas giratorias y actuando en tugurios de mala reputación (y peor whisky). Y de ahí, a peor, al más absoluto de los olvidos.

¿Por qué no se conservan sus discos? Pues parece ser que porque alguien grabó encima un disco de los Indios Tabajaras. Sólo queda uno, que está en el museo del rock&roll de Tenesse, y sirve para sostener una pata de una mesa en la que están expuestas las pelucas que lleva el de Amaral debajo del sombrero, en una clara alegoría de la importancia de la música de este genio incomprendido y tan poco reconocido.

Cuenta la leyenda que Willy pasó sus últimos días en Kansas City, obeso y arruinado, lo cual le incapacitaba incluso para pedir limosna (¿darías tú dinero a un gordo?, ¿eh?) y triste, agarrado a su botella y a su cucharita, como un yonky cualquiera. Y que una anciana lo encontró muerto en un callejón mugriento, el 16 de agosto de 1977.

Aunque hay otros que dicen que Willy aún está vivo, escondido del mundo y que el día menos pensado volveremos a oír el dulce sonido de su música, ringa, ringa, ringa. Ringa, ringa, ringa.

Que así sea. Amén.





2 comentarios:

Capitán RMK dijo...

Lo mismo nos puede pasar a nosotros... llevamos años emborrachados de glamour, de reconocimientos, de alabanzas y de cánticos, pero cualquier día puede salir el sol por Antequera y nos quedamos a oscuras, como los noruegos, y luego qué? eh? qué? suerte que siempre nos quedará Barry White para los momentos de oscuridad...

Reverendo Hoover dijo...

La Agrupación Filarmónica de Rascadores de Botellas de Anisete (Viena) le agradece la información sobre quien fue el fundador, pues así ya pueden dedicarle el día a su patrón, y dejar de dedicarle dicha fecha al Mono ese raro que ya empezaba a caernos mal.

Pd. Cuando va a destapar al inventor de los lunes? Hable que si lo pillamos le damos unos cachetes.