miércoles, 21 de noviembre de 2007

Lenocinio y yo



El camión se desvió, casi automáticamente, en cuanto se acercó a las sugerentes luces rosadas que con un escueto mensaje, despertó de golpe el interés del cansado conductor. “El Bassot”. Coño, me gusta este nombre para un club. Ya estoy harto de tanta literatura barata: El Quijote, Baco’s, Dafne’s, Venus…

El conductor apagó la radio dejando a José María García con la estupidez en la boca y aparcó su vehículo lo más escondido posible. Bajó de un salto de la cabina, se apretó el paquete y entró decidido a darse un gustazo.

Una luz tenue, un dulzón olor a pachulí y cómo no, música de Julio Iglesias, el ambiente ideal. Sorteando bellezas en ropa interior se llegó hasta la barra, donde con firmeza apoyó su viajado codo y pidió un gintonic poco cargado de tónica.

Para que se te acerque una chica has de mostrar indiferencia, así que él se dedicó a mirar al techo y canturrear para sus adentros “lo mejor de tu vida me lo he llevado yo…” como si estuviese allí por casualidad. Medio minuto después, una estupenda rubia de 1,80 y bellas facciones caucásicas le acarició el brazo con suavidad.

- La verdad es una de las primeras mentiras que se cuentan- le espetó la chica para romper el hielo.

- La verdad, amiga, es que prefiero mantenerme callado y parecer idiota que abrir la boca y esclarecer las dudas- contestó, cruzando las piernas para disimular la tremenda erección que se abría paso a empujones.

Ella, sabedora del estado de creciente excitación en el que estaba sumiendo a nuestro protagonista, le susurró al oído.

- La mayoría de las gentes triunfaría en las cosas pequeñas si no estuviera hostigada por las grandes ambiciones.

- Yo soy camionero y sé de buena tinta que el amor y la razón son dos viajeros que nunca moran juntos en el mismo albergue: cuando uno llega, parte el otro.

- Me encanta que me digas esas cosas. Me pones a mil. Por eso te diré, cariño mío, que la sabiduría consiste muchas veces en cambiar una cosa por la otra.

- Ahhh…no puedo más. He acabado. Lo siento, es la primera vez que me voy tan rápido.

- No te preocupes, me ha gustado mucho.

- No, no te ha gustado, eso se lo dices a todos. Me tengo que ir. Volveré otro día y te daré el repaso que te mereces, puta.

- Adiós, y conduce con cuidado, que vale más perder un minuto en la vida que la vida en un minuto.

Y nuestro hombre salió del Bassot rumbo a su camión con el sentimiento de culpa con el que salía cada vez que pisaba una puta casa de citas.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca he experimentado que se siente al arruinar la vida de una persona.

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Querida anónima, como dijo el gran Javier Cansado, "modestia aparte, a mí me gustan mucho las madalenas".

Una vez aclararo este punto, le aconsejamos que si quiere saber qué se siente al arruinar la vida de una persona, se ponga en contacto con el cirujano de los labios de Ana Torroja. Quizás en ellos está la respuesta a todas sus cuitas...

Un abrazo, allá donde esté...

Anónimo dijo...

que cabrones, dejad tranquilos a la pobre chica, que bastante tiene con lo que tiene.

Mola el blog!

urodonal dijo...

Mu bueno. Buenismo, añado.

Anónimo dijo...

a mi me ponen los tops por dode asoman los pelillos (siento insistir en este punto) y ademas sin remoridimientos .

por otra parte este post debería llamarse "el alquimista" porque el camionero encontro la puta filosofal....

Anónimo dijo...

Qué ridículo.