lunes, 10 de mayo de 2010

Arte y ensayo



Querido Capitán Rumikel Dos Puntos: 


Pese a la insistencia de una pantalla de ordenador de 1986 con piernas y zapatos que me aparece abajo a la derecha, voy a escribirle una carta sin ayuda. A pelo. Así soy yo, un tipo osado que vive al día y que necesita de nuevos retos con los que dotar de emoción a su vida y que por eso a veces cruza la calle sin mirar o mirando de reojillo, que una cosa es la aventura y otra la temeridad. Si fueran lo mismo, se llamarían igual y “La Isla del Tesoro” sería una novela de temeridad y las de Lucía Etxebarría se venderían en los sitios donde puedes contratar un descenso por un barranco. 

Con alegría recibo sus buenas nuevas desde allende los mares o donde diablos esté América o India, siempre las confundo. Nunca desconfié de sus capacidades artísticas, por eso le animé a que se apuntara a los cursos de cocina con microondas del centro social. Hoy, el tiempo me da la razón. Si se hubiese apuntado, la tendría antes (porque con microondas todo va más rápido, ¿lo pilla? Ojalá estuviese aquí para reírnos a mandíbula batiente, ja ja ja, bato mandíbula, ja ja ja). En fin, cierro paréntesis y prosigo.

Por aquí las cosas van más que bien. Este tiempo de solitud me ha abierto los ojos (en sentido figurado, yo ya sabía) y me ha permitido pensar y dar forma a un nuevo proyecto poético/cinematográfico/artístico/filosófico. Estoy acabando el guión de “Una salita de estar en Zamora”. Será sin duda una película de las de arte y ensayo, de autor, de las de filmoteca, de las de listos con bufanda. 


El argumento, más o menos, viene a ser el siguiente: se conocen en un hotel varias mujeres, cada una con una intrahistoria que no se desvela, sino que se deshilacha.

He pensado en actrices de raza, como Emma Suárez, Elena Anaya, Silke, Lucía Lapiedra, Ariadna Gil, Pamela Anderson, Martina Klein, una rusa y Eva Longoria. Qué más da el físico, lo importante es que sientan el personaje.

Súbitamente, y de forma muy poética, todas se dan cuenta de que están en pelotas (en una clara referencia simbólica a la desnudez del alma) y se forman dos grupos: las que tienen el mismo depilado de ingles y las que comparten juguetes eróticos, para remarcar que no todas las mujeres son iguales y que en la diferencia está el secreto.

Emocionadas, y como las mujeres no son como los hombres que no se atreven a mostrar sus sentimientos en público, se ponen a retozar, a hacer el amor y a introducirse cosas por los diferentes orificios, en plan mira qué vida interior.

Todo primeros planos, muy dogma ellos.

Transgresión, poesía, simbolismo, amor…

Y así, frota que te frota, pasamos un buen rato hasta que llegan los diálogos filosóficos:

-       ¿Cómo te llamas?
-       Paz. ¿Y tú?
-       Dolores. Y cuando estás sobre mí, es como si no existiera.

Y venga a frotar.

-       ¿De dónde eres?
-       ¿Qué más da? Uno es de donde está. Por cierto, ¿sabes que tienes el dedo metido en mi esfínter?
-       Sí, ¿molesta?
-       No, no, era por dejar las cosas claras. Ah, yo me llamo Clara.
-       Claro.


Otra se llamaría Luna porque le gusta la noche y se refregaría con Sol, que es rubia e irradia calentura. Y así todo el rato.

La película transcurre entre simbolismos y potorros velludos (¡¡salvemos el Amazonas ya!!) hasta que se acaba, en un final abierto que luego el espectador, que ya se habrá quitado la bufanda, deberá cerrar mientras degusta un té rojo con sus amigos creadores, diseñadores y communitymanagers en un libanés que hay al lado del cine.

¿Qué le parece? Una obra maestra, ¿verdad? Va a ser mejor que mi anterior película, el documental sobre el problema extremeño patrocinado por la Junta de Extremadura en el que patenté mi movimiento de cámara por encima de las cabezas perdiéndose en la dehesa y con el que impedí que pusieran McDonals en Badajoz.

Ya lo tengo todo escrito y pasado a limpio. Incluso lo he encuadernado y con canutillo en espiral, sin reparar en gastos. Ahora sólo queda lo más complicado y farragoso: rellenar este enrevesado medio folio del Ministerio para pedir la subvención.

Malditos burócratas, todo son trabas con tal de no ayudar al séptimo arte.

Espero que estés aquí para el estreno. Vendrá la Ministra y podremos hacerle la gracia de llamarle menestra y que se gire.

Bato mandíbula y cierro en 3, 2, 1…

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