jueves, 3 de diciembre de 2009
Agallas
Imagínese que en pleno sueño siente la llamada fisiológica de la naturaleza. Se aguanta y se aguanta pero llega a un punto en el que es ir ahora o luego, cuando explote la vejiga. Así que se levanta medio dormido a eso de las dos y pico de la mañana y sin abrir los ojos para no despejarse dirige a tientas sus pasos hacia el baño. Y claro, como no quiere dejarlo todo perdido, decide hacer pipi sentado (si es usted chica, esta frase no hacía falta que la hubiese leído, pero me temo que ya es tarde, lo siento). Y que antes de notar el fresquito de la tapa en sus posaderas siente que lo que su piel toca no es el váter, sino las carnes de una persona que está sentada allí. De un salto se levanta y busca apresuradamente la luz. Le da al interruptor y ve que quien está allí sentada es Rita Barberá con el refajo en los tobillos y el pelo deshecho, si es que ese pelo puede deshacerse.
Qué susto, ¿eh?
Todo esto no tiene nada que ver con el post de hoy, es que no sabía cómo empezar y me ha parecido la mejor manera. Imagínense cómo eran las opciones descartadas. Ahora que ya hemos entrado en calor (es un decir) les puedo contar la historia. Todo ocurrió hace unos días. Unos cuantos, no les podría concretar ahora con exactitud, tendría que pensarlo. Ah, o contarlos con los dedos, también podría ser. Pero vamos, tampoco voy a ponerme ahora yo a realizar complicadas operaciones matemáticas que además, el 75% de ustedes no entendería. Así que como si de un adolescente Jordi González me tratase, iré al grano. El Capitán Rumikel y quien les habla (en realidad les estoy escribiendo, pero es que ustedes leen en voz alta y lo confunden) estábamos en la biblioteca de la Universidad de Massachussets leyendo varios números retrasados de la revista "Don Balón" cuando alguien se sentó a nuestro lado. A nosotros ya nos pareció raro porque no había más gente en toda la biblioteca (en USA estarán muy adelantados, pero no se vive la fiebre de España por las bibliotecas, allí apenas va nadie) y porque estábamos en una punta de la mesa y no había donde sentarse.
- Oigan.
-Shhhhiiiiittttt. ¡Por favor, piense en los demás!
- Pero si no hay nadie más. Estamos solos.
- Ah no, a nosotros no nos venga con teoremas filosóficos acerca de la soledad del ser humano en el universo, si somos o no el centro de la creación o si, más allá de la vida hay muerte, más vida o si resulta que el periplo vital está sobrevalorado y concluimos que es todo un largo fin de semana sin fútbol.
- Pero si yo sólo quería...
- ¡Encima! - intervino el Capitán - encima con exigencias. Yo quiero esto, yo quiero aquéllo, yo, yo, yo. ¿Y nosotros qué? Porque si vamos a estar todo el tiempo hablando de usted, nosotros nos bajamos en la próxima. ¿Qué biblioteca viene ahora?
- Si no hay obras por lo del Plan E, ahora viene Cambridge - le contesté.
En la megafonía de la biblioteca se escuchó: "Próxima estación, Cambridge. Correspondencia con las obras completas de Vicente Blasco Ibánez y la Enciclopedia del cuerpo humano visto por un nenúfar."
De un tirabuzón carpado, nos bajamos escapando del pelmazo. Y suerte, porque justo entraba un coro de acordeonistas rumanos y tres equipos de voleibol, pero masculino, sin argumento.
- Desde luego, no puede uno ni leer tranquilo.
- Dígamelo a mí (el Capitán siempre me habla de usted porque soy albino, pero él piensa que soy mayor) que el otro día estaba en el baño leyendo la composición de la pasta de dientes y ¿sabe quién entró medio dormida y se me sentó encima?
- ¿Rita Barberá?
- ¿Me lee usted la mente?
- No, no, lo intenté una vez pero como no pude poner el punto de libro, al día siguiente ya no sabía por dónde iba y lo dejé. Si eso cuando sea mayor y tenga tiempo...
- Ahh, el tiempo, qué cosa ¿verdad? Pagaría por disponer de un utensilio que pudiera ponerse bien en la muñeca, bien en la pared, y que me dijese qué hora es. ¿Se imagina?
- Quién sabe, quizás los hijos de nuestros hijos lo inventen. Ya hemos llegado, aquí me quedo. Mañana quedamos a las 11 en la Complutense, no tarde que nos quitan el sitio, ya sabe la fiebre que se vive en España por las bibliotecas.
- Sí, sí, lo he leído arriba. Descuide, allí estaré.
Y me fui dando saltitos hacia mi casa, ora sobre la pierna izquierda, ora sobre la derecha, en parte por divertirme (soy un hedonista, recuerden), en parte por retrasar la llegada al hogardonde me esperaba la soledad, los programas de telerealidad, la nevera vacía, la cama deshecha y el último disco de Álex Ubago, que lo tengo por si alguien entra con la intención de abusar de mí, al menos que sufra.
¡Jé, menudo soy!
NOTA DEL EDITOR: En vista de que el autor ha olvidado algo tan nimio como darle algún sentido al relato y ya que estaba, relacionarlo con el título del mismo o con la foto, la editorial, reunida en carácter de urgencia, ha creído conveniente informarles de que hay un grupo musical (a la par que elegante) que se llama Galactus y que ha publicado un disco llamado "Agallas" y que el Capitán Rumikel les ha hecho la foto de la portada y más, porque ya que estaba, como sólo es apretar un botón, pues oye. Y quién sabe, luego la gente se hace famosa y nunca sabes por dónde puede salir la liebre. Aunque si hablamos de un grupo de música, lo normal es que salga del trombón, que es donde mejor se está.
Si tienen ustedes un rato y orejas (mín. 1) les recomendamos que los escuchen. O si no, en el próximo post ya lo tarareamos.
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