miércoles, 5 de noviembre de 2008

Crisis. Crisis. Crisis.



No quería tocar el tema, lo prometo, llevo tiempo intentando evadirlo pero finalmente he sucumbido a la tentación. La razón, muy sencilla: la crisis nos ha dado de pleno.

Estaba yo el otro día escuchando el último disco de Jarabe de Palo para ver si me aprendo algún estribillo cuando recibí una llamada en mi nuevo I-zapatophone. Era El Jefe (sí, sí, incluso yo tengo jefe) y quería verme. Así que subí en mi helicóptero y me dirigí al cuartel general secreto. Al llegar, intuí leyendo entre líneas en las palabras de su secretaria que no me esperaban buenas noticias:

- Pasa, pasa, que se te va a caer el pelo, mangarrán.

Sí, sé que he dicho que leí entre líneas y en esta frase sólo hay una, pero mis años detectivescos me dan para eso y para mucho más. Tampoco mucho más, pero algo sí. Sinceramente, me dan para eso y gracias. ¿Puedo ya seguir con el relato o van a estar cuestionándose mis palabras todo el día?

Gracias.

Cuando entré, El Jefe me esperaba con los pies encima de la mesa. De hecho, todo él estaba encima de la mesa. En su cuello llevaba una soga que colgaba desde el techo y trataba infructuosamente de quedarse suspendido en el aire con unos saltitos bastante ridículos, por cierto, para un hombre de su edad.

- ¿Me llamaba, Jefe?
- Hombre, Vicente, pase, pase. Me pilla ocupado, ya ve, pero lo dejaré para luego, no quiero que la última cosa que vean mis ojos sea usted.
- Pues usted dirá. Si me llama por los caramelos de la entrada que faltan, puedo explicarlo...
- No, no, los caramelos son lo de menos. Le llamo porque como usted sabe, el país, el mundo entero, anda envuelto en una crisis galopante.
- Algo he oído, por culpa de un tal Obama o nosequé. La verdad, sólo tengo sintonizado el Canal Teletienda y ahí los informativos no son muy exhaustivos.
- Bien. Pues la crisis nos ha afectado a nosotros. Y hemos tenido que tomar algunas medidas. Desde las más altas esferas de la organización se me ha pedido que le haga saber el descontento con usted debido a lo elevado de sus gastos, algunos de los cuales nos parecen fácilmente evitables.
- Pues me pilla en offside, porque mi vida siempre se ha regido por la austeridad, la no ostentación y el forofismo del Recreativo de Huelva.
- Mire Vicente, para ir al grano: debe tomar una decisión. O prescinde de su mansión en Aspen, o de los servicios de su mayordomo Benito, o del bolígrafo de 10 colores, o del capitán Rumikel.
- ¿El capitán? ¡Pero si él no cobra! Le recuerdo que trabaja día y noche a cambio de que le invitemos a un café de vez en cuando.
- Lo sé, lo sé. Pero se pone tanto azúcar en el café que hace tiempo que dejó de ser rentable.


Maldita sea, estaba en un verdadero aprieto. Tenía que tomar una decisión y no quería equivocarme. Así que repasé mentalmente los pros y los contras mientras físicamente bailaba una polca para entretener al Jefe. Por un lado estaba la casa de Aspen. Sí, me queda un poco lejos para ir y venir cada día, pero me gusta vivir en un lugar con un nombre que se preste a hacer gracietas como "¡Que me aspen si este no es un gran sitio para vivir!" o "¿Aspen sado lo bien que se vive aquí?" Así que no podía prescindir de ella.

Por otro lado, Benito, mi fiel mayordomo. Sin él nada sería lo mismo. Sólo de imaginarme una vida levantándome solo, haciéndome el desayuno yo mismo, duchándome yo, vistiéndome yo solo, defecando sin compañía, sin nadie que me pase las hojas del periódico ni que pasee a mi perro, sin nadie que llame a mis amigos y vaya a tomar cervezas con ellos en mi lugar, sin nadie que pague mis impuestos o que me cuente un cuento cada noche, se me pone la piel de gallina. Pero sin plumas.

En tercer lugar está mi bolígrafo de 10 colores. 10 colores. Con eso está todo dicho. Uno no ha llegado hasta donde ha llegado por casualidad. Quizás han tenido algo que ver mis informes a todo color con dibujitos, corazones en vez de puntos sobre las íes y arcos iris (o arcos írises, como se escriba) en los encabezamientos.

Y por último estaba el capitán. Mi capitán. Alguien a quien conozco desde niños. Los dos crecimos juntos en el orfanato al que me llevaban mis padres todas las mañanas. Habíamos vivido juntos una vida y ahora la maldita crisis trababa de separarnos.

Decidí llamarle:

- ¿Hola?
- Hola capitán, soy Vicente. Quiero hacerte unas preguntas.
- Desembucha.
- ¿Tiene algún sentido decir "que me rumikelen si no da gusto vivir aquí"?
- No.
- ¿Tú serías capaz de despertarme, hacerme el desayuno, ducharme, vestirme, acompañarme mientras defeco, pasarme las hojas del periódico, pasear a mi perro, ir a tomar cervezas con mis amigos, pagar mis impuestos y contarme un cuento cada noche?
- Lo de las cervezas sí. Lo otro, la llevas clara.
- Lo suponía. Una última pregunta: ¿sabes escribir a 10 colores?
- ¿Tú estás tonto o qué? ¿Para preguntarme todo esto me has llamado justo cuando en la tele dan la repetición de los mejores momentos de la misa de los domingos? ¡Enga hombre!
- Alea Jacta Est.
- Tu padre, por si acaso.

Unos minutos después salía del despacho de El Jefe con mi boli de 10 colores en el bolsillo, preparado para irme a Aspen, donde me esperaba Benito con la cena preparada. Al entrar en el ascensor para encaminarme al helipuerto de la azotea, un joven delgado con largos brazos, pelo corto, ojos azules y la camisa llena de logotipos de plátano de canarias se metió en el cubículo con el tiempo justo para que las puertas no le seccionasen ninguna extremidad.

- ¿Es usted Vicente?
- El mismo. ¿Y usted? ¿Le conozco? Su cara me suena.
- Soy David, su nuevo ayudante. Me mandan a sustituir al capitán Rumikel.
- ¿David?¿David Meca?
- Sí. La crisis, ya sabe, me ha obligado a aceptar este trabajo. Ya hemos llegado. ¿Este helicóptero es suyo?
- Sí, sí. Oye David, una cosa.
- Dígame.
- ¿A que no eres capaz de bajar y subir todas las escaleras del edificio en menos de dos minutos?
- Pero si son 56 plantas.
- ¡Va que te cronometro!
- ¡¡¡¡Vooooy!!!!

Y allá que se fue David. Desde el cielo, mientras el edificio donde has trabajado tanto tiempo se hace pequeño, piensas quién llegará antes abajo, o David o el boli de 10 colores que en estos momentos atraviesa nubes buscando el duro acero. Bien mirado, Benito ya es mayor y puede rehacer su vida en el gratificante mundo del cuero sadomaso. ¿Y quién quiere vivir en Aspen cuando tiene una casita la mar de mona en Vic?

Lo único malo es que la casa es del capitán. Pero él comprenderá que hay que hacer alguna concesión para llevar adelante mi nueva empresa de investigación detectivesca en la que él es el segundo de abordo.

Eso sí, ahora cobra en sacarina.

Por la crisis, claro.

La crisis...

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues mira que estaba yo repasando la repetición de las mejores jugadas de la misa de los domingos y me he acordado de ti y de tu llamada inoportuna. He mirado este nuestro blog y he visto en que dificil situación te encontrabas, no sabía yo que esto de la crisis nos puediera salpicar, sin ir más lejos ayer un señor bigotudo, uniformado con una gabardina, un sombrero y un maletín me salpico de sudor mientras hacía mis ejercicios matinales en la sauna finlandesa. Luego vino la finlandesa y me arrancó el sudor, pero no veas lo preocupado que se veía al señor de bigote, no paraba de repetir: "bolis de 10 colores, bolis de 10 colores... todo el mundo me decía que me iba a forrar y ahora va i la mierda de la crisis unde mís bolis de 10 colores..."
este mundo esta muy loco.

mewell dijo...

será el mundo, ahora la culpa la tiene el mundo, antes la tenía la sociedad... ahora estaba pensando en si había alguna diferencia entre el mundo y la sociedad... más que nada por saber si hay que separar el ahora del antes... no sé qué hacer, me habéis pillado así sin resolver.

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Amigo mewell, pues claro que hay diferencia entre el mundo y la sociedad.

Mira las abuelas. Ellas dicen: ¡eres más guapo que el mundo! Jamás dicen nada de la sociedad, salvo que haya polvo y latas vacías y cajas de pizza en tu casa y diga, ay hijo, qué sociedad tienes por todo.

Ergo de ahí deducimos que la suciedad es la culpable, y el mundo es el periódico de un señor al que le gusta que le meen encima. Lo cual también es sucio, pero de eso, las abuelas no opinan.

Creo que con esto queda todo más aclarado que el mundo.

mewell dijo...

me han entrado unas ganas de orinar abanicándome con el país! más que nada porque el país es más pequeño que el mundo, para que quepa y eso... Y Homer siempre tiene la razón.

moneypenny dijo...

Pero que buenos sois escribiendo, cabrones... conozco a uno de vosotros y la verdad es que no se como no he llamado a la policia todavia ante semejante melifluo. pero me quito el peluquin para honrar semejante arte en la escritura...
saludos con los pezones duros como toalleros por el frio islandes...

moneypenny

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Eres una tonta.

Anónimo dijo...

¿Cómo has podido poner cronómetro sin acento? Dios, me se ha caído el mundo a los pies.