lunes, 5 de mayo de 2008

MAYO DEL 68




Si bien mi aspecto actual indica que soy un hombre maduro al que el paso del tiempo no le ha restado ni un ápice de su atractivo o un niño con una severa enfermedad degenerativa que le hace parecer un hombre maduro al que el paso del tiempo no le ha restado ni un ápice de su atractivo, deben ustedes saber, queridos lectores y lectoras también queridas, que aquí donde me leen, yo he sido joven.

Pero no se confundan, amigos. No hablo de juventud como la entendemos ahora: seres unicelulares, con los pantalones medio bajados y pechos operados, practicantes de un excesivo culto al cuerpo y culpables del total abandono de sus capacidades intelectuales, con la única preocupación que encontrar a algún otro ser de su misma edad para, si es del sexo contrario, practicar el coito y si es del mismo, darse de golpes y/o practicar el coito.

No señora, los jóvenes de ahora no son como los de antes. Nosotros teníamos ideales bellos, nobles, universales, eternos. Admito que el fin último también era la práctica indiscriminada del coito, pero no me negarán ustedes que había maneras y maneras.

Retrocedan ustedes conmigo en el tiempo. Barcelona, mayo del 68. Tanto el Capitán Rumikel como yo éramos ya por aquéllos tiempos, unos líderes. Nuestro campo de actuación eran las aulas. Nos reuníamos los estudiantes de filosofía, literatura, historia, filología, derecho y nosotros, que en aquel entonces estábamos tratando de sacarnos el carnet de conducir B1.

El capitán vestía a la moda de entonces: no le faltaban las largas melenas, las patillas, los chalecos, las camisas floreadas y los pantalones de campana. En cambio, servidor, como siempre he sido una persona con estilo propio y no me dejaba influenciar por las masas, iba vestido con un tutú de ballet, sombrero de copa, lanza grecorromana, adusta mirada, bigote zapatista y una falda pantalón que, modestia aparte, me quedaba fetén fetén.

Pronto nos hicimos famosos en los círculos intelectuales por nuestras ideas revolucionarias. Por ejemplo, propusimos que en vez de correr delante de los grises, lo hiciésemos detrás de ellos, y que cuando se girasen, nos escondiésemos detrás de los árboles, para desorientarlos. Otra de nuestras aportaciones tenía que ver con una nueva concepción del amor libre, pero fue rechazada por estar demasiado adelantada a su tiempo y porque las mujeres no se atrevieron a dar el paso con la excusa de que “eso te lo va a hacer tu señora madre, listo de los cojones”. Estaba claro, España aún no estaba preparada para nuestras preclaras mentes.

Y esa fue la razón para que marcháramos a París, en busca de La Sorbona. Qué sorpresa nos llevamos cuando descubrimos que era una Universidad. Allí nos dejamos imbuir del pensamiento que estaba dando un giro copernicano a la historia contemporánea: leímos a Sartre, escuchamos a Bressons, vimos las obras de Godard… y nos decidimos: teníamos que aprender francés.

En aquel entonces, París era una fiesta. Recuerdo una noche, el Montparnasse, habíamos bebido más absenta de la cuenta. Brigitte Bardot acariciaba la entrepierna del capitán, pensando que era una foca. Yo, en cambio, hablaba con Picasso sobre el cubismo, el surrealismo y el puntillismo. En cambio, él se empeñaba en hablar de pintura. En eso vino Heminway y preguntó por Ezra Pound. “Se ha ido con Scott Fitgerarld, papá pitufo”, le dije yo. Me levanté dejando a Pablo con la palabra en la boca (eran tiempos de carestía, apenas teníamos para comer) y me fui andando por la orilla del Sena, acompañado de Carla Bruni, que ya por aquel entonces me parecía una buscona. De pronto, sin saber por qué, llegué a la plaza de Tian’anmen. Frente a mí, un tanque trataba de sofocar unas revueltas estudiantiles que protestaban porque los libros de texto estaban en chino, lo cual provocaba un alto porcentaje de fracaso escolar fuera de China. Cuando me di la vuelta, descubrí que estaba solo: ni Carla, ni Pablo, ni Proust, ni Camus, ni Ismael Serrano, ni Aznavour, ni Hinault… ninguno de los líderes de la revolución juvenil se atrevió a llegar donde llegué yo. De un puntapié rompí el tanque y fundé el movimiento punk.

Mientras tanto, el capitán había dado buena cuenta de Brigitte Bardot y se encontraba en plena discusión ideológica con un jovencito idealista y utópico llamado Jean Marie Le Pen. Tras aquella charla, cambió su opinión acerca de los extranjeros.

Cuando el capitán y yo cruzamos las miradas, un cóctel molotov sobrevoló nuestras cabezas. Algunas porras aterrizaron sobre las espaldas de nuestros camaradas. Con lágrimas en los ojos provocadas por la emoción y por el gas mostaza, entendimos que nuestra primera misión había concluido. Volvimos a España, que vivía los últimos estertores del franquismo.

Junto con unos amigos de las barricadas, nos hicimos cantautores, formando un grupo al que la historia puso luego en el lugar que merecía. Nos llamamos, en honor a nuestra juventud, Mocedades. Luego, problemas intestinos y la mala asunción de la fama por parte del resto del grupo nos obligaron a separarnos e irnos con la música a otra parte, creando ambos el prestigioso grupo “Sergio y Estíbaliz”, en homenaje a la canción de Jim Morrison “Riders in the Storm”. Nuestro sonido revolucionó de nuevo el espectro sonoro patrio.

La muerte del dictador, la aparición de los tocadiscos sonoros, la pérdida de las cuerdas vocales por parte del capitán en el casino de Torrelodones y la tristeza que supuso en mí descubrimiento de que la guitarra se tocaba por la parte de los seis hilitos nos llevó a dejar de lado la música y a buscar nuevos retos que nos permitiesen una vida más holgada.

Entonces, imbuidos por nuestras ideas anarco-comunistas, fundamos Alianza Popular junto a un amigo que conocimos en la playa de Palomares.

Y lo que pasó entonces, es la historia que ya todo el mundo conoce…

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo debido a mi memoria pez no me acuerdo de como sigue la historia, pero espero que el superintendente me vaya refrescando la memoria, ya no me acordaba de Brigitte, mira que era maja la chica y que bien que acariciaba el entrepierna, oiga.

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Capitán, no vale eso de hacernos comentarios entre nosotros para que parezca que a la gente le interesan nuestras historias.

Reconozcámoslo, somos de otra época, los mejores tiempos han pasado. Somos como Henry...

Anónimo dijo...

va calla y contestame algo, que ya llevamos 3, toooop!!!! los tiempos cambian pero no el espiritu.

Anónimo dijo...

A mí una vez me interesaron mucho vuestras historias. Era mayo del 68, y quedó en mayo 08 (bueno, este comentario sirve para animaros el foro. Buena continuación)

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Escribo esto, en parte para agradecer al anónimo que haya escrito, en parte para contestar al capitán, pero sobre todo, porque es el 5º, y me encanta que se puedan hacer rimas.

Anónimo dijo...

diooos que buenos sois!!!
querría ser más imaginativa y más graciosa y más pizpierta y más y más en mis comentarios, sólo para estar a vuestra altura, pero reconozcámoslo, cuando me pongo a comentearos, como que me quedo en blanco, imrpesionada aún por lo que acabo de leer. Quizás podría comentaros más tarde, pero entonces se me olvida. Y la cosa es que como me quedo en blanco, pues no os digo nada, y salgo de vuestro blog con toda mi frustración maginera y toda mi admiración a cuestas.¿De qué sirve una fan si no puede actuar como tal? Total, fatal. (Tal, total, fatal, no está mal, ja)
Pero bueno. Superado ésto y comentado ya, sabed que os admiro desde la distancia y el silencio, sólo roto por este larguísimo comentario, que quizás no era necesario, pero para una vez que me lanzo...

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Amiga S, es lo más bonito que nos han dicho nunca. Incluso más bonito que cuando nos dicen, "tú, bonito, no puedes entrar con calcetines blancos". O "te parecerá bonito llegar a estas horas y en este estado".

Le agradecemos sinceramente su comentario. ¿Podemos ir fardando por ahí con los amigotes de que la conocemos? En caso afirmativo, ¿nos presta a sus amigotes?

Un besazo

Anónimo dijo...

oh, ah, uh! (=sonrojo interior)
nada más que decirles que todo lo mío es suyo, menos la casa, el novio y mi gata. La cartilla de la caixa tampoco, más que nada por el valor sentimental...

urodonal dijo...

Yo nací en mayo del 68...... ¿Qué?, ya sé que os importa un huevo pero dicho con una sonrisa de medio lao y mis penetrantes ojos provoca miradas de asombro en las cajeras del Carrefour.

mewell dijo...

jajaja fundaste el punk rompiendo de un puntapié un tanque en la plaza de tiananmen??? GRANDE!!!

El superintendente Vicente y el Capitán RMK dijo...

Amigo Urodonal, como cajera del carrefur en mis ratos libres que soy, y en representación del resto de mis compañeras, le comunico que no es su arqueo de cejas ni su trémula mirada lo que nos impresiona, sino comprobar la cantidad de mayonesa que compra.

¿Qué no ve que engorda? ¿Que no se da cuenta de que su figura comienza a redondearse? ¿Que no ve que nos gustaba más con los abdominales bien marcaditos? Ché, ché, qué hombres, no se dan cuenta de nada.

Por otro lado, en mayo del 68 yo no había nacido, lo cual, no me negarán que aporta mucho más mérito a todos los acontecimientos relatados.

Y así, casi sin comerlo ni beberlo, ya tenemos 11 comentarios.

Anónimo dijo...

Me ha encantado lo de La Soborna, lástima que fuese una Universidad!!