
La noticia cayó sobre la población como una bomba:
- ¡¡Extra, extra!! ¡¡Zapatero obliga a los españoles a ir con bombín en homenaje a José Luis Coll!!
El sonido que hace un país cuando se resquebraja violentamente sacudió los oídos de todos. No tardó ni un día Rajoy en proponer una alternativa: todos los españoles de bien deberían protestar contra esa medida, calzándose el sobrero de copa de Tip, que como todos sabemos, era de derechas.
El díscolo Gallardón se desmarcó y creyó conveniente que los madrileños salieran a la calle en parejas con una americana roja y una azul unas cuantas tallas más grandes y una copa de ponche en la mano, como los castizos Faemino y Cansado.
Lógicamente, en Catalunya se saltaron a la torera esta norma: vestidos de negro, con barbas y gafas de sol, bebían ginebra con naranja y preguntaban a todos si “elsabenaquel”.
La guerra había estallado: desde Andalucía llegaron las imágenes de millones de personas manifestándose andando como Chiquito por las calles de Sevilla. Se agotaron las boinas de Marianico el Corto en Aragón, la comunidad argentina afincada en nuestro país reivindicó, instrumento en mano, el legado del maestro Mastropiero, los jóvenes se encerraron en las universidades, concretamente en las cafeterías de las mismas, alegando que esa decisión no era chanante, que Zetapé se había convertido en un maldito viejuno… el país estaba envuelto en una vorágine torrencial comenzada por un simple aleteo de bombín.
“Pel dret a decidir” fue el lema escogido para enfrentarse a la arbitraria norma. Yo lo viví en Barcelona y fue espeluznante ver a los trincos Carod, Mas y Montilla cantando “quésquesélamerdé” mientras en Valencia, Rita Barberá contaba chistes de gangosos al más puro estilo arevaliano.
Surgieron pequeños grupúsculos de seguidores de Jaimito Borromeo, pero fueron fácilmente interceptados por las fuerzas de seguridad, que los lanzaron al mar con zapatos de payaso llenos de cemento.
Con el país levantado en armas, el Rey Juan Carlos tuvo que salir furtivamente una noche gélida hacia Francia, ya que se le echaba en cara aquel desliz cuando fue sorprendido riendo las subidas de tono gracietas de Benny Hill.
El caos se adueñó de las ciudades y los que antes eran hermanos, ahora estaban enfrentados por sus ideales.
Fue entonces cuando desde el exterior llegaron a la conclusión de que, por fin, los políticos españoles habían conseguido lo que no fueron capaces de lograr con lo de las cercanías, lo de la guerra, lo de los jueces, lo del 11M, lo de la COPE, lo del 3%, lo de la Copa América, Madrid 2012 y el Fórum, lo de Espe, lo de los pisos, lo de las propinas, el conejo y la madre que los parió: tener por fin, un país de risa.
Feliz Navidad.