
Uno tiene que medir muy bien las palabras que utiliza. Y no lo digo porque esté mal visto que en tiempos de carencia haya gente que escribe cosas como circunspecto, anaeróbico y transoceánico sin pensar que las letras se acaban por el cambio climático y tal. Lo digo porque a veces dices cosas como "larga vida al rocanrol" y va Miguel Ríos y decide que es una señal para que no se retire. Como si rocanrol y Miguel Ríos (Mike Rivers en sus tiempos mozos, nunca lo olviden) tuviesen algo que ver. Y ya que han sacado el tema, ¿por qué canta con la "s" si habla normal? ¿Se cree muy moderno? ¿Nadie le puede decir que se calle? ¿No es muy triste que el gran éxito del máximo referente del rock español sea el himno de la alegría? En fin, en el castigo lleva la penitencia, es amigo de Ana Belén y seguro que se ha tenido que tragar todas sus pelis.
Viene a cuento esta introducción porque lo que quiero contar de verdad se acaba enseguida y si el post es muy corto la gente se me queja. Ah, pero si es largo, ¡ay si es largo! Los lectores se cansan, dejan un post-it en la pantalla como punto de libro y si eso ya otro día seguimos. Y nadie hace comentarios. Si me ven un día por la calle, mándenme un sms y recuérdenme que hablemos un día de cuál es el tamaño adecuado de los post para que ustedes no se me cansen ni se queden con ganas de más. Y ahora, si no les importa, voy a seguir con la historia. Y si quieren volver a interrumpir, levantan la mano.
Allá voy.
Quiso el destino que durante los años 60 yo viviese en Chicago. Jugaba como quarterback en los Cubs y debo reconocer que me costó mucho adaptarme al equipo. Quizás fuese el idioma, quizás el cambio de temperatura, tal vez me cambió el metabolismo o incluso puede que tuvieran razón los críticos deportivos cuando decían que los Cubs eran un equipo de béisbol y los quarterbacks eran jugadores de fútbol americano. No sé, la cuestión es que pasé unos años maravillosos.
De día entrenábamos como jabatos, pero de noche, ah, de noche... nos poníamos el batín y las pantunflas, veíamos la tele y nos íbamos a dormir... Qué tiempos, qué tiempos. Eso sí, a veces salíamos a un jazz club.
Ahí fue donde conocí a Jaremiah McClorck Peris y él fue quien me abrió los ojos.
- ¡¡Ostris, qué legañas!!
- ¡¡Quítemelas, quitemelas, que no veo nada!!
- ¡¡Spluff! (sonido de escupitajo en mi cara, pero en inglés)
- Uf, gracias
Y al abrirlos, sentí la llamada del rock.
- ¡Usted, eh usted!
- ¿Es a mí?
- No, no, al de detrás.
Al girarme vi a un joven con tupé, patillas y cazadora de cuero con una inscripción: Elvis, the king.
- ¡Coño, el cantante de los Rebeldes! ¿Me firmas un autógrafo?
Pero el sujeto en cuestión pasó de mí, subió al escenario, se enfundó su guitarra y comenzó a moverse al compás de la música a un ritmo tan frenético que yo pensaba que le había dado algo.
Y efectivamente, entre convulsiones y sacando espuma por la boca murió allí mismo 3 minutos después mientras los demás seguíamos bailando, borrachos como cubas, lo mismo nos daba que hubiera música o que no.
Eso es, más o menos, lo más cerca que he estado yo del nacimiento del rock and roll. Luego volví a España, escuché al Dúo Dinámico y entendí muchas cosas. Sobre todo de las letras, que al estar en castellano, pues quieras que no se te quedan mucho mejor que las de Buddy Holly.
Quince, años, tiene miamooooooorrrr....