
Imagínense, para ilustrar este escrito, he tenido que recurrir a una foto de la comunión del Capitán Rumikel. Si son ustedes poco ágiles visualmente, habrán visto sólo una motocicleta verde. Mas yo les animo a que no se dejen llevar por las apariencias. Vayan en moto, llegarán antes.
Si miran fijamente la fotografía durante siete días sin pestañear, descubrirán la imagen de un tierno infante vestido de marinero con una biblia en la mano, jazmines en el pelo y rosas en la cara. Pues ése es el Capitán Rumikel. ¿A que ha valido la pena esperar 7 días y quedarse ciego? Pues en persona gana, imagínense.
¿A qué viene el título de este post? A cenar. Y si se descuidan, a vaciarles la nevera, violar a sus hijas top models mayores de 18 años y a saquearles la cuenta corriente. O sea, lo mismo que haría el Capitán Rumikel si no hubiese sido secuestrado por una banda de negros caucásicos filipinos. Los temibles “negroscaucásicosfilipinos”, como se hacen llamar en los círculos concéntricos en los que se mueven cuando practican el hulla hop.
A mí ya me extrañaba que mi fiel amigo no subiera fotos en su flick, el lugar desde el cual yo alimento mis obras maestras de la literatura universal de todos los tiempos que ustedes leen previo pago. Pensé que estaría yaciendo con la sección femenina/o del Orfeón Donostiarra, uno de sus hobbys favoritos. Pero no, porque me los encontré en un concierto de Luis Cobos y me comentaron que no sabían nada de él. Ni de música.
Con la mosca tras la oreja llamé por teléfono a su casa, con tan buena suerte que al apoyar el auricular sobre mi pabellón auditivo, maté a la mosca. Ya podía hablar tranquilo.
- Hola, soy el Capitán, deja tu mensaje tras la señal.
Me acerqué al Ceda el Paso que hay en su casa y escribí: Capitán, no sé nada de ti. Tampoco de Marie Curie. Pero me preocupas más tú. Más que nada, por los críos. Firmado: sí.
Y me fui a mi casa dando saltitos como me gusta hacer para darme aires de interesante. De pronto, un coche se detuvo a mi lado. Un señor con pasamontañas pero con un acento negro caucásico filipino que lo delataba me dijo:
- ¿Buscas al Capitán?
- Sí, ¿qué sabes de él?
- Sólo te puedo decir que lo tenemos secuestrado.
- ¿Y de Marie Curie?
- Sé que descubrió el Radio. Gracias a ella escuchamos el Carrusel.
- Lo sabía. Todo encaja. O me devolvéis al Capitán, o nos las vamos a tener.
- No lo podemos devolver. Ya lo hemos destapado.
- ¡¡¡Bribones!!! – exclamé, y me fui corriendo calle abajo, con los ojos inyectados en sangre, con lo que eso afea mi figura.
Ahora mismo estoy destrozado por dentro. Maldita fabada.
Pero también me duele haber perdido a mi compañero. Por eso me tenéis aquí. Estoy reclutando un ejército de personas (no aspiro a mucho, unas 100.000 me bastan) para invadir Francia. Una vez conseguido este primer paso, el propósito es cruzar la frontera española disimulando, unos mirando a un lado, otros haciendo como que hablan por el móvil, los más osados silbando la Marsellesa y una vez introducidos en el país, ir casa por casa preguntando si alguien sabe algo del Capitán Rumikel.
Es lo menos que puedo hacer. Ayudadme, el haría lo mismo por vosotros. Y por vosotras haría más cosas si le dejárais.
¡¡Capitán, aguanta, que ya vamos!!