viernes, 26 de junio de 2009

Mi lucha



Extracto de las memorias de Jacinto Estrada, agente secreto de las Brigadas Rosas al que asignaron la misión de asesinar a Hitler o, en su defecto, ponerle una pinza en la nariz sin que se diera cuenta.

(...) Y allí estaba yo, en plena noche, en su habitación, al pie de su cama. Y allí estaba él, con su bigotillo, con sus ojitos cerrados, con su impoluta raya al lado y agarradito a la cintura de Eva Braun cuyos ronquidos solapaban el ruido de mis pasos.

Burlar a los guardias de la GESTAPO que custodiaban la fortaleza fue mucho más sencillo de lo que imaginé. Bastó con usar el viejo truco de decir “Perdón, es que me he dejado esta mañana una cosa que me hace mucha falta y…” para ir pasando un control tras otro. En el último, el más férreo, usé la infalible técnica de ir andando hacia atrás para que creyeran que me estaba yendo. Todo salía a la perfección.

No era, no vayan ustedes a pensar, mi primera misión de alto riesgo. Ya durante la Guerra Civil me introduje dentro de una barra de pan en la cárcel de Alicante para abastecer de máscaras antigás a un grupo de compañeros arrestados y condenados a muerte por repartir panfletos a favor de Soraya en Eurovisión. Debido un error provocado por el caos reinante en el bando republicano la misión no acabó como debiera ya que todos ellos fueron fusilados al amanecer (eso sí, sin inhalar nada de pólvora) mientras yo me las veía y me las deseaba para escapar oculto dentro del mango de una gran lima.

Ese fracaso hizo que mis superiores decidieran enviarme a Siberia con una camiseta imperio y la prohibición de entrar en España hasta que Franco se presentase a las elecciones por Izquierda Unida. Pasé una temporada bastante constipado y con la pilila más arrugadita que una uva pasa, pero un tiempo después el Partido volvió a reclutarme: esta vez querían que pasara una noche de pasión con La Pasionaria, a lo que contesté que tampoco se estaba tan mal allí. Seguramente me hubiesen dejado morir congelado como una merluza en daditos si las noticias que llegaban desde Europa no hubiesen sido tan alarmantes: Hitler seguía avanzando, Mussolini ostentaban cada vez más poder y el Real Madrid había fichado a Di Stéfano. Los defensores de la democracia debían actuar. Y ahí entraba yo de nuevo.

Una mañana, mientras me hallaba yo componiendo una canción titulada Hielo Submarine recibí el encargo vía paloma mensajera con bufanda: debes matar al Fürher. Y cuanto antes. ¡¡Venga!! ¡¡¡Hop, hop, hop!!!

Una línea después estaba a la orilla del Rhin, parapetado tras una jarra de cerveza y ataviado con el traje típico alemán: una camiseta de Beckenbahuer. Tras pasar unas duras pruebas me infiltré en las SS que para mi sorpresa, significaba Somos Superguays y sólo dos meses después me destinaron al equipo de defensa personal del canciller. Ganarme la confianza de los nazis fue complicado ya que a los alemanes no les hacen risa los chistes de un inglés, un francés y un español. Por suerte, conseguí la amistad con Goebbles cuando le conté el truco de decir “correo comercial” en vez de “propaganda” para que le abriesen las puertas por el telefonillo. Y eso me facilitó mucho las cosas.

Y ahora estaba a sólo un metro de mi objetivo. Iba a matar al puerco más sanguinario que la humanidad ha tenido que soportar. Sin embargo, al bajar la mirada y ver junto a la cama sus dos pantunflas con forma de perrito con la lengua fuera me entraron dos dudas existenciales:

- ¿Se dice impreso o imprimido?

- ¿Quién soy yo para quitarle la vida a un hombre?

Fue entonces cuando comprobé que su existencia y la mía tenían nexos de unión: a los dos nos habían suspendido en dibujo. Y quién sabe, quizás sus palabras a favor del exterminio del pueblo judío se habían malinterpretado (todo el mundo sabe que en alemán cualquier cosa que digas parece peor). Entonces comprendí que no podía cumplir la misión.

Así que opté por una alternativa satisfaciera a mis superiores y que no me dejase pesos morales en la conciencia. Aprovechando su letargo y con la ayuda de mi navaja albaceteña le practiqué una circuncisión que me quedó niqueladita. Luego le adherí dos tirabuzones ondulados a ambos lados de las sienes y con un trocito de boina que siempre llevo puesta le fabriqué un birrete que le sentaba fetén.

Lo que sucedió al día siguiente cuando se despertó y se vio al espejo es algo que (con matices, eso sí) ya recogen los libros de historia y que desencadenó la confusión que aproveché para tratar de exiliarme a México oculto en una lata de mejillones de Baviera que, si se me permite el inciso, no tenían nada que envidiar a los de la ría de mi pueblo, a los que aprovecho para saludar.

martes, 23 de junio de 2009

Vida laboral


Quería que mi trabajo no me impidiera conservar a mis amistades. Por eso me hice taxidermista.

jueves, 18 de junio de 2009

Pioneros



Pocos, muy pocos, conocen la figura de Willy Belafonte, uno de los pioneros del rock&roll estadounidense y al que la historia y el destino maltrataron con ensañamiento sólo por el hecho de nacer y morir el mismo día y a la misma hora que Elvis Prestley. Su figura, hasta ahora marcada por el más absoluto de los anonimatos, supuso un vuelco radical en la música contemporánea y su influencia puede notarse en gran parte de las canciones que escuchamos hoy día por la radio o como prefieren llamarla los puristas, por el transistor.

Willy Belafonte se crió en un ambiente en el que la fama y el reconocimiento social no era algo ajeno. No en vano, su padre, William Fernando Belafonte pasó a la posteridad por ser la primera persona que confunció el tocino con la velocidad, razón por la cual toda su familia pasó pasó mucha hambre, pero la pasó rápido. También hay retazos de gloria en el currículum de su tío, Isaac Belafonte Alexandre, que en un asecensor fue el primero en pensar (y llevar a cabo, ahí está quizás, el mérito) que si con una navaja borrabas las letras "I" y "M" de la frase "Impidan que los niños viajen sólos", la diversión estaba más que asegurada.

Con estos antecedentes, no era extraño que cuando Willy sólo tenía 5 años, su familia ya notase que el niño mostraba unas más que evidentes inquietudes. A los 7 años y tras haber probado sin éxito el solfeo, el béisbol, las matemáticas, el kárate, la mecanografía, la papiroflexia y la esgrima, descubrieron que en realidad era que le molestaba la etiqueta del suéter.

A pesar de la poca fortuna del niño con la primera prueba de contacto con el mundo de las melodías (su profesor de piano lo definió como alguien muy similar a Beethoven: le gusta música pero debe ser completamente sordo) su madre siguió empeñada en que durante su adolescencia aprendiese a tocar un instrumento. Tuvo (cosas de la edad, ya saben) que insistir mucho y que añadirle que en la medida de lo posible, el instrumento debía ser musical y que dejase de hacer eso o se quedaría completamente ciego.

Fue durante una comida del Día de Acción de Gracias cuando toda la familia asistió asombrada al nacimiento de una leyenda. Al acabar la comida, el abuelo James Belafonte Ribs pidió a Jessica, la criada, que sacara las botellas de licor, a lo que ella obedeció sumisa, como no podía ser de otra forma. En una bandeja portó varias botellas que depositó sobre la mesa. Todos se sirvieron un par de copas y la mezcla del alcohol con la alegría de estar todos juntos hizo que el tío George Belafonte Fields se lanzara a cantar Sweet Home Alabama, pero en gallego. Y todos le siguieron, excepto Willy, que se había atragantado con un huesecillo del pavo y estaba comiendo migas de pan a ver si bajaba. Pero no.

Precavido como era, decidió no arriesgar a cortar sus cuerdas vocales con un gorgorito y pensó cómo podría él colaborar en la canción. Ya está, tamborilearé con los dedos, sin caer en la cuenta de que se los había abrasado por completo al intentar sacar el pavo del horno. Tampoco podía silbar, ya que la sopa que había tomado de primero estaba tan caliente que había quemado sus labios y su lengua, razón por la cual, además, no podía decir "aserradero" y dependiendo de cómo le diera la luz en la cara, se parecía cosa mala a Ana Torroja.

Total, que se dio por vencido y asumió que aquella fiesta no iba con él. Así que cogió una cucharilla y al ir a comer un trozo de pastel reparó en aquella botella sin abrir que había traído el tío Raoul Belafonte Hill de su viaje a España. Un mono con la cara de Darwin en su etiqueta y un líquido transparente. Y lo más importante: unas estrías en el cristal que, oh maravilla, al rasgarlo con la cucharilla produjo un sonido que estremeció al resto de comensales. Tras unos momentos de silencio para asimilar tanta belleza la canción siguió, ahora sí, acompañada por los acordes de Willy a la botella. Cuando acabaron todos estaban llorando de emoción, excepto tía Annete, que lloraba porque tratando de cortar la carne se había clavado no ya el cuchillo, sino el pavo entero, en pleno pulmón.

Quiso la casualidad que justo en la casa de al lado estuviese comiendo Andrew Ormaech, a la sazón cazatalentos de la prestigiosa Redound Records. Al oír aquello saltó por la ventana y fue corriendo a la residencia de los Belafonte, a la que entró (lo cortés no quita lo valiente), por la puerta. Allí mismo le ofreció un contrato de 5 años y 10 discos con su firma. Y empezó la carrera musical de Willy Belafonte.

¿Qué pasó luego? Muy sencillo, su primer éxito musical "Me, my bottle, my litlle spoon and me" le catapultó a lo más alto de las listas de ventas. Los éxitos, las entrevistas, los discos, las chicas... Y cuando parecía que todo iba a ir sobre ruedas, desde una emisora de radio se escucharon los primeros acordes de "Love me tender". El fenómeno Elvis arrasaba con todo. Para tratar de contrarrestarlo, los poco avezados representantes de Willy trataron de poner de moda un peinado consistente en cortarse las patillas incluso por encima de las orejas y en ponerle también un mote a Willy: "el cóxis".

Pero no hubo tutía. La caída de Willy era irremediable. Y pasó los años entrando y saliendo de la cárcel debido a sus problemas con las puertas giratorias y actuando en tugurios de mala reputación (y peor whisky). Y de ahí, a peor, al más absoluto de los olvidos.

¿Por qué no se conservan sus discos? Pues parece ser que porque alguien grabó encima un disco de los Indios Tabajaras. Sólo queda uno, que está en el museo del rock&roll de Tenesse, y sirve para sostener una pata de una mesa en la que están expuestas las pelucas que lleva el de Amaral debajo del sombrero, en una clara alegoría de la importancia de la música de este genio incomprendido y tan poco reconocido.

Cuenta la leyenda que Willy pasó sus últimos días en Kansas City, obeso y arruinado, lo cual le incapacitaba incluso para pedir limosna (¿darías tú dinero a un gordo?, ¿eh?) y triste, agarrado a su botella y a su cucharita, como un yonky cualquiera. Y que una anciana lo encontró muerto en un callejón mugriento, el 16 de agosto de 1977.

Aunque hay otros que dicen que Willy aún está vivo, escondido del mundo y que el día menos pensado volveremos a oír el dulce sonido de su música, ringa, ringa, ringa. Ringa, ringa, ringa.

Que así sea. Amén.





jueves, 11 de junio de 2009

Metamorfoseando la metamorfosis (4)


Por la mañana, y tras un sueño intranquilo, Gregor Samsa despertó y descubrió que quien se había convertido en un escarabajo era su coche.

viernes, 5 de junio de 2009

LA REVOLUCIÓN FRANCESA, THE SITCOM

Extracto del guión del episodio piloto de esta teleserie, que finalmente no verá la luz debido a presiones de diferentes estamentos, como la asociación de personas en contra de las teleseries (APCT) o la Federación Española Oligárquica Trapecista Española (FEOTE). Todos los derechos están reservados. Cualquier reproducción, total o parcial, de estas líneas, será castigado con una noche encerrado en una habitación con Ramoncín.

París, 14 de julio de 1789. Tiempos convulsos en Francia. Luis XVI ve cómo no sólo las masas están sublevadas, sino que además, Ikea ya tiene más muebles que él. La crisis económica es tan grave que Jaques Villenueve decide quitarse la vida al no ver futuro para su negocio, una empresa de guillotinas. Irónicamente, se suicida no cortándose la cabeza, sino el resto del cuerpo. Interior Día. Mientras las calles están siendo tomadas por el pueblo llano y la nobleza huye a escondidas disfrazados de gondoleros venecianos o silbando y andando con la cabeza gacha y las manos en los bolsillos, en una habitación algunos de los más importantes mentores de la Revolución tratan de poner los cimientos al nuevo estado de las cosas, en lo que se llamaría el comienzo de la Ilustración, y que años después sería seguido por gente como Ibáñez, Sonia Pulido, Escobar, Mewell o la Señorita M.

Allí tenemos a Rosseau, Montesquieu, Voltaire, Marat, Danton y Carla Bruni, que ya entonces tenía fama de buscona. Están comiendo baguettes rellenas de croissant, plato típico por aquella época. De fondo se oyen cañonazos y vemos por la ventana volar alguna sotana sin nadie dentro.

ROSSEAU: Necesitamos un lema. O como decimos nosotros los franceses, un slogan.

DANTON: Libertad, igualdad y…

VOLTAIRE: ¡El plus pal salón!

DANTÓN: No sé, no sé, le falta algo.

ROSSEAU: ¿Y Just do it?

DANTÓN: No me acaba, lo veo poco deportivo.

SFX: Llaman a la puerta.

MONTESQUIEU: ¿Quién es?

OFF: Soy yo, Larousse. ¡Abridme!

TODOS: ¡¡¡Que no queremos enciclopedias!!!

LAROUSSE (desde fuera): ¡Que no es eso, que traigo noticias! ¡La multitud ha tomado La Bastilla!

MARAT: (mientras abre la puerta) Ja, ja se me ha ocurrido una gracia con eso de tomar La Bastilla. ¿Os la cuento?

VOLTAIRE: No hay tiempo, la revolución ha empezado. Que alguien llame a Montblanc para que traiga un boli y un papel, tenemos que hacer la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano.

DANTON: ¡Y a la mujer que vive en un pueblo, que le den por le darriere!

VOLTAIRE: Artículo Uno, todos los franceses deberán llevar camiseta blanca con rayas horizontales azules. Y las francesas, gorrito de medio lado.

MARAT: Dos, queda totalmente prohibida la letra egue.

MONTESQUIEU: Los españoles no podrán participar en el Tour de Francia ni en Roland Garrós.

VOLTAIRE: Vale, estos serían los más importantes para salir del paso. En el resto, poned Loren Ipsun y ya lo sustituiremos por texto bueno.

SFX: Llaman a la puerta.

OFF: Abridme, soy yo, Cousteau.

TODOS: ¡¡¡Que no queremos colecciones en fascículos de tus peces!!!

COUSTEAU: Que no, que no, que traigo noticias frescas. La multitud ha decapitado a Luis XVI. Ahora es Luis X y VI.

MARAT: (abriendo la puerta) Esto se está poniendo interesante. Estamos escribiendo una de las páginas más importantes de la historia. Me voy a casa a darme un baño, que no querría que me recordaran como un tipo que no se ducha.

VOLTAIRE: Tienes razón, como me gusta decir a mí, Au Revoire.

MONTESQUIEU (emocionado): ¡¡¡VIVA LA REPÚBLICA!!!

Silencio. El resto de personajes lo miran extrañado.

MONTESQUIEU: Perdón, no sé por qué, he creído que estaría bien acabar así la reunión.

Todos van saliendo, excepto CARLA BRUNI, que se desnuda, tapa sus vergüenzas con una guitarra (española, eso sí) y se queda tarareando Alesanfándelapatrí con su voz dulce y aterciopelada. Y con esa música de fondo iniciamos un travelling sobre ella para quedarse en un plano general de la calle, donde la plebe se está ensañando con una aristócrata, a la que ya le han cortado la cabeza 15 veces, pero siguen, egue que egue.


lunes, 1 de junio de 2009

¡¡¡Hemos llegado!!!

¡¡¡Tatacháaaaan!!! Ya lo hemos conseguido, ya tenemos más entradas que Durán i Lleida. Cien entradas, que se dice pronto. Sobre todo si no vocalizas. Cientradas. Cientradas. Ciendas. Zas.

Quizás a ustedes les parezca baladí el tema. Pues entonces deberían saber que el camino ha sido tortuoso y lleno de baches. Sólo un par de datos para que lleguen a comprender la magnitud de la hazaña: hasta la entrada número 52 los medios que utilizábamos eran más que escasos: yo no tenía ordenador y debía echar mano de mi estupenda caligrafía Times Roman y mi boli de 10 colores. Y lo que es aún más importante, el Capitán no tenía cámara. Por suerte tenía memoria fotográfica. Y con eso íbamos tirando.

Luego ya llegó lo que ustedes conocen: aquel artículo en la revista Times en el que se nos nombraba como dos de los 450 millones de personas más sexys del mundo según se mirase y tomando la palabra sexy en el más amplio de sus sentidos y una bola de nieve que iba haciéndose cada vez más grande y que acabó con la estación de esquí de Baqueira Beret y que no tenía nada que ver con nosotros pero que siempre la nombro por si nos lee alguien de allí. Así quedo bien, que no cuesta nada.

Y como dijo Francisco Camps en la sastrería, hay que renovarse o morir. Y en eso estamos. En lo de renovarnos, no se vayan a pensar ustedes que nos estamos muriendo. O que si lo hacemos, lo hacemos adrede. No, no, a nosotros morir nos da nosequé. Por el qué dirán y porque hemos quedado y no nos gusta ir muertos a los sitios, ya que acaparamos toda la atención y aunque no lo parezcamos, somos tímidos (a la par que elegantes).

Empieza una época de cambios en el blog. Cambios radicales. Por ejemplo, yo escribiré ahora con la camiseta por fuera del pantalón para llegar a un público más juvenil. Y el Capitán se ha comprado una cámara más ligera, así que si alguien quiere un fotomatón, se lo dejamos a buen precio. También nuestro blog ha cambiado por fuera. Y ha sido gracias a dos personas que nos han ayudado desinteresadamente o pidiendo dinero muy flojito de forma tal que nos podíamos hacer los despistados: la señorita M que nos ha hecho unas ilustraciones que ríete tú de las de Miguel Ángel en la iglesia ésa y el señorito Dani LC que nos ha hacheteemeleado y aguantado como si fuera cualquier cosa. Muchas gracias majos, sois estupendos. Algún día esperamos veros colgando de un precipicio para poderos devolver el favor poniendo un cojín en el suelo o en su defecto, quitando las piedrecitas.

También queremos dar las gracias a una serie de personas sin las que este blog jamás hubiese sido posible: nosotros. Es un placer conocernos y si no existiésemos, tendríamos que inventarnos. Por suerte hemos podido ahorrar mucho tiempo exisitiendo.

Y no queremos marcharnos sin recordar a David Meca. Sí, sí, nos hemos burlado de él, nos hemos reído de sus hazañas, le hemos deseado las muertes más violentas y hemos descargado buques de medusas a su paso por los mares. Pero ha sido todo con una sonrisa en la boca y una recortada en la mano por si lo de las medusas fallaba. Y él sabe que esas cosas las hacemos con todo el cariño.

¿Y ahora qué? Pues nada, a seguir haciendo el zangolotino como buenamente podemos. Y ustedes sigan viniendo, prometemos reponer las cervezas todos los días y limpiar el baño de vez en cuando aunque sabemos que han perfeccionado la técnica para hacer sus necesidades sin tocar la tapa (ventajas de las microcámaras).

Y cuando llevemos 200, prometemos una foto desnudos. Así que vayan enviándonos las suyas, que empieza el cásting.

¡Muchas gracias!